❝ 𝑳𝒂 𝒓𝒆𝒔𝒑𝒐𝒏𝒔𝒂𝒃𝒊𝒍𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒔 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒎𝒂𝒅𝒖𝒓𝒂𝒓, 𝒄𝒓𝒆𝒄𝒆𝒓 𝒚 𝒂𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒆𝒓 ❞
—Eliana
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Es de día cuando abro los ojos en mi cama, y lo primero que noto en mi boca es el metálico sabor de la sangre junto a una resaca de lo más cruel. Parece que me están pegando patadas y puñetazos, castigándome porque anoche hice algo muy malo. No puedo recordarlo. Lo último que mi memoria me permite rescatar es haber estado muy pegado bailando con Hanna, tanto que lo siguiente que le sigue es a Emmet pegado junto a una chica de cabello negro.
Las feromonas (rosas) se mezclaban con las mías (rojas) junto a los demás colores. El sudor (amarillo) de todas las personas no dejaban de entrelazarse con todo lo demás, y si sumábamos el alcohol (azul oscuro) y las colonias que se iban disipando (violeta), todo era un mejunje olfativo que provocó lo inevitable: Sobreestimular mi sistema olfativo y empeorar mis nervios junto a la concentración de no perder el control de mis emociones. Es por ello que pasé de verlo todo lleno de colores a ver únicamente el rojo; después el negro, y luego... nada. Vacío.
Todo es confuso y parpadeante.
¿Qué diablos pasó ayer?
Tengo la cabeza como un bombo, acabo de comprobar que estoy completamente desnudo gracias al roce de las sábanas, tengo sangre seca en la boca y por alguna razón me siento distinto.
¿Pesado? ¿Lleno? ¿Me transformé en lobo y cacé algo? ¿Salió Hellfang?
Todas las preguntas que giran alrededor de mi cabeza se ven interrumpidas cuando alguien, tras mi espalda, me coloca la mano en el abdomen y la cara en la espalda. Sin embargo una nueva pregunta emerge: ¿Me acosté con Hanna en casa? Mierda, eso no tendría que haber pasado y si se entera Eliana me va a pegar capones hasta que me salga un cuerno en el centro de la cabeza.
—Lo... Lo siento, Hanna. Yo...
—¿Hanna? —pregunta la voz que tengo tras de mí. Mi sangre se congela al instante y no quiero creer que al final la haya dejado tirada para meterme con él, ya que mi idea era joderlo un poco y ya. No esto.
¿Enserio que hemos vuelto a caer en la misma cama? ¿De verdad que el destino es tan hijo de puta que quiso joderme? Yo mismo me encargué de alejarlo de mí para que no se metiera en problemas con esas cosas. ¿Y qué he hecho yo? Meterlo en mi cama. Qué inteligente soy.
—¿Qué haces aquí? —carraspeo, incómodo, mientras aparto la mano de mi abdomen para que vuelva con su propietario.
—¿No recuerdas nada? —pregunta Emmet, con un tono tan suave que casi parece que unas manos invisibles me están acariciando el vello de pecho—. ¿Nada de nada?
Trago saliva y mi pecho comienza a arder con ligereza mientras escucho su voz, lo que me hace ahogar un jadeo acalorado y molesto. Es como si su voz ahora tuviera un cariz diferente, uno que provocara que mi cuerpo reaccionara a algún estímulo, del mismo modo que lo podría llegar a sentir en luna llena aunque a una dosis mucho más reducida. Si anoche cada acción tendría el impacto de un puñetazo, esto era ahora algo muy similar a una caricia.
El rubio se pega a mi cuerpo, abrazándome, y acabo comprobando que también está desnudo. Vuelve a estar empalmado, lo que me genera dos emociones que están chocando entre sí: Asco y orgullo. Asco porque soy consciente de qué clase de persona es él, pero... ¿Orgullo? ¿Por qué tendría que sentirme orgulloso por algo de lo que no estoy seguro?
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Lobisomem«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...