❝ 𝑺𝒊 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓 𝒃𝒆𝒔𝒐 𝒕𝒆 𝒔𝒂𝒏𝒂 𝒆𝒔 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒚 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒎𝒂𝒍 𝒆𝒏 𝒕𝒊 ❞
—Emmet Claw
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El terreno se ha vuelto angosto, oscuro e infinito. Hubiera sido también silencioso, sino fuera porque los sollozos que salen de mi boca están resquebrajándolo, a la misma vez que mi cuerpo se desliza del mismo modo que lo haría un pájaro volando ras el suelo. Pero yo no vuelo, yo simplemente aleteo, descocado, con el corazón rompiéndose en cientos de pedazos por un deseo que tendría que haber enterrado el mismo día que me marché con Eliana.
Guardé mi corazón para cuando viera a Briana, para así saber qué clase de sentimientos observaba una vez me encontrara con sus ojos. Y al parecer esa mirada y ese beso han sido más que suficiente para que el dolor pase a ser un fantasma que me atraviesa, burlón, de un lado a otro mientras la luna creciente es testigo del ridículo que estoy haciendo ahora.
¿Cómo puede ser que un chico con este cuerpo, tan grande y sexy, ahora mismo se esté comportando de un modo tan infantil y dramático?
Mis ojos están cubierto de lágrimas y mi pecho se agita, acompañándole el ritmo a mi propia respiración. Arde. Y aun así no es suficiente para que mis piernas se vean interrumpidas en este maratón a ninguna parte, huyendo, escapando, casi pareciendo que he dejado de ser un adolescente con una apariencia de veinteañero para, ahora, transformarme en aquel chiquillo llorica y débil que no sabía plantarle cara a los problemas.
Porque esto, casi está siendo lo mismo. Un problema debe afrontarse antes de que se agrande, sin importar quiénes salen mal parado en mis decisiones. O al menos así tendría que ser según la teoría, la cual no estoy haciendo buen uso de la misma.
Conri, para, cálmate.
No puedo, mis piernas no me responden, y ya no puedo ver las luces de las casas en la lejanía. Ahora son los árboles que me están haciendo esta carrera a contrarreloj en algo personal, y no en una mera escapada para que nadie pueda ver como mis pedazos se desprenden de mi cuerpo, como escamas.
No puedo detenerme, y en el fondo tampoco quiero hacerlo.
Briana, era ella.
Pronunciar su nombre provoca que en mi cuerpo se prenda una ligera llama de deseo, un anhelo que puede dar hincapié a una lujuria desenfrenada; ansiosa, cruda y necesitada. Su nombre, ahora, abrasa tanto como la comida que sale del horno y el hambriento no soporta la espera.
Tres años.
Tres largos años de huida, ausencia y silencio. Rellené los vacíos cuando realmente me sentía solo con cualquier persona cuando supe lo fácil que era engañar al cerebro con sexo, alejándome de las sustancias que sólo conseguirían pudrirme por dentro. Y también protegí mis sentimientos para cuando tuviera la oportunidad de hablar, decirle que la eché de menos y que me gustaría saber de ella, preguntar si sus sentimientos no han cambiado en todo este tiempo y quiere intentarlo esta vez.
Ya pasé página con Alysha, su muerte fue culpa mía y sigo conservándola en mi memoria entre las puntuales pesadillas cuando me acaecen, pero no hay que atarse a un muerto.
Emma es otra historia.
Y caigo.
Ni cuenta me he dado en el instante que mi cuerpo ha girado a un lado, he tropezado, y ahora todo yo está rondando como una piedra colina abajo. No puedo pensar. No puedo hablar. Ni siquiera estoy seguro del todo si esto que estoy viviendo es real; ya que no sería raro experimentar más alucinaciones como pasó tiempo atrás. Sólo que esta vez no tengo que estar ahogándome para poder ver más allá.
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Hombres Lobo«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...