❝ ¿𝑸𝒖é 𝒔𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒍 𝒄𝒉𝒊𝒄𝒐 𝒍𝒍𝒐𝒓ó𝒏 𝒆 𝒊𝒏𝒗𝒊𝒔𝒊𝒃𝒍𝒆, 𝒂𝒉𝒐𝒓𝒂 𝒑𝒖𝒆𝒅𝒆 𝒅𝒐𝒎𝒂𝒓𝒕𝒆? ❞
—Conri Artemas
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Me he quedado medio dormido en una silla cuando Eliana posa la mano sobre mi hombro. La rojez de sus orbes a duras penas es visible, así que habrán pasado un par de horas cuando ha decidido ingresar en mi habitación para avisarme que hoy vamos a cenar pizza. No puedo objetar nada porque ya está en camino, así que simplemente me limito a darle un gracias con una sonrisa silenciosa. Después mira a Emmet, quien sigue dormido como un tronco en el sofá y con la boca abierta. Se le cae la baba en el hombro y se ve muy cómico.
—Os llevaréis bien, lo sé. Sólo tienes que darle una oportunidad —dice bastante convencida de ello—. Recuerda que los lobos somos mejores en manada, no en solitario, y tú llevas mucho tiempo a solas, Conri. ¿No podrías ser algo más flexible con él?
—Nunca seremos amigos. Es un idiota, un engreído, un mujeriego y te apuesto un trozo de mi pizza a que no tardará nada en que le rife un puñetazo en la boca —respondo algo tosco y, ella, simplemente se limita a reírse entre dientes. Niego con la cabeza sin decir nada y se queda en la puerta por unos segundos.
—A veces me pregunto si realmente te comportas así por ella y tienes miedo de dejarte llevar por lo que te pone la vida frente a tus narices. Deberías de leer más el ambiente, cachorro tonto—ríe un poco un poco más y desaparece por la puerta, cerrándola tras de ella.
¿De qué se ríe ella? , pienso a mis adentro a la puerta cerrada. Si tengo que malpensar, diría que lo hace parar molestarme. Es obvio que desde ayer estoy menos estático, callado y pensativo por culpa de este rubio idiota que se comportar de una forma muy rara.
Me levanto de la silla después de un rato y me encamino hacia el armario con intención de agarrar mi pijama, darme una ducha y bajar por si la morena necesita algo. Al menos así tienen que ser las cosas según lo planeo.
Lo hago lento, todo lo silencioso que puedo aunque el suelo de madera oscura haga un efecto ventosa con las gomas de mis suelas, pero me giro de vez en cuando para verificar que Emmet sigue en la misma postura y con esa cara de bobo que tiene cuando duerme. Lo está. Está bien frito, y espero que así siga hasta que toque bajar para cenar.
Elijo mi ropa y me deslizo hasta el cuarto de baño, cerrando la puerta para tener mi propia intimidad.
En cuanto me desprendo de casi toda la ropa —menos la interior— me miro al espejo y observo las marcas de mi cuerpo. Son feas, pero no tienen tan mal aspecto como pensé durante la mañana; al menos el color amoratado ahora parece más bien un extraño marrón rojizo, tolerable. También observo que no tardaré en volver a depilarme. Unos estúpidos pelos negros comienzan a mostrarse en el pecho al igual que el hilo que baja hasta la entrepierna.
No me gustan.
No es que considere el vello como algo asqueroso u horrible, pero yo no quiero tener más del que me sale en la cara para no parecer un esperpento.
Le gruño al reflejo, sacudo la cabeza para desechar todas las preguntas tontas y me desprendo de mi última pieza de ropa para meterme en la estrecha ducha con bañera. No sé quién ha sido la persona que la ha creado, pero es un genio por su estructura. Pese a no tener una mampara, la tela es lo bastante impermeable para que el calor del verano dentro del habitáculo la seque; el suelo es tosco e imposible de que te desnuques al resbalarte, y la balda que está en el lado contrario de la alcachofa está protegida por un mueble —si se le puede catalogar como eso— que protege el material del agua, siendo éste transparente. Es maravilloso.
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Manusia Serigala«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...