❝ 𝑰𝒏𝒄𝒍𝒖𝒔𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊ó𝒏 𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂 𝒆𝒔 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒓𝒓𝒆𝒄𝒕𝒂 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒔𝒆 𝒕𝒐𝒎𝒂 𝒅𝒆𝒎𝒂𝒔𝒊𝒂𝒅𝒐 𝒕𝒂𝒓𝒅𝒆 ❞
—Lee Lacocca
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Corro entre los pasillos que me parecen eternos, oscuros como boca de lobo y más anchos de lo que recordaba en mis sueños. El olor es nauseabundo. El agua estancada sale de varios agujeros de la pared, hay tierra y putrefacción en el suelo mientras acelero todo lo rápido que puedo; incluso bajo mis pies percibo romperse varias cosas a las que no quiero otorgar ninguna identidad hasta el momento. Ni siquiera quiero agachar la mirada. Puedo escuchar los gritos de los niños en todas las direcciones, turbándome la mente al mismo tiempo que lo hacen las penumbras que se intensifican rápidamente.
El sentido del tiempo a duras penas tiene algún sentido para mí, y los olores se acentúan tanto que me contengo para no provocar que la hiel repte por mi garganta. Es angustioso sentir que el aire aquí dentro es pesado, amenazando con asfixiarte, y el desazón hace hincapié en dar la sensación de que estás metido dentro de un laberinto de sombras y piedra.
No tiene sentido, nada parece tenerlo.
Ya no sé por dónde guiarme y Hellfang se mantiene callado desde el momento que he salido de aquella mazmorra pestilente. Pero eso me hace replantearme una teoría: ¿Entonces hay tres habitaciones arriba y una abajo? ¿Qué pasa con esa sinergia de los treses? Cuanto más creo hallar una respuesta a mis propias cuestiones, más preguntas me acaecen cuando menos me lo espero, como si estuvieran esperando su turno para apartarme de mi camino y detener mis pies.
«¿Puedes quedarte quieto, en lugar de correr como pollo sin cabeza? Creo que ni siquiera eres consciente de que estás corriendo en círculos. Para y utiliza esas neuronas».
Su voz suena pesada y ronca, pero al menos es clara. Natural. El problema es que ha salido tan de repente que, por la sorpresa, me ha provocado un traspiés que me ha hecho caerme de bruces contra el suelo. Maldita sea, ya sé lo que hay abajo. Cierro la boca para no soltar un alarido de terror. Huesos e insectos, manchados de tierra, es lo que aguarda a la altura de los pies pese a que no se pueda ver a duras penas nada. Ni siquiera necesito saber qué es la viscosidad que tengo en el antebrazo por haberme protegido la cara antes de caer; de hacerlo, seguramente, vomitaré.
«Basta de entrar en pánico, el miedo no ayuda a nadie» —sentencia en un tono duro—. «Levántate. Cierra los malditos ojos, concéntrate, y olfatea el aire hasta hallar el rastro»
—Pe-pero eso no lo pueden hacer los hum...
«¡DEJA DE PERDER EL MALDITO TIEMPO CON EXCUSAS DE MIERDA!».
El grito de él hace que resuene en mi cabeza con una irritante reverberación. Me siento como si estuviera justo dentro de la campana de una iglesia, y su voz interna se asemeja a un palo que no deja de atizar con saña el metal para que resuene. Es inevitable que lleve la mano menos sucia a la boca, silenciando un sollozo. El simple hecho de creer que mi vida sería tranquila y agradable era lo que más ansiaba, y en su lugar lo que encuentro es este giro de los acontecimientos para llevarme de cabeza a una situación fatídica. Una que no supe que podría pasarme a mí.
No, en realidad sí lo podría haber intuido. Es sólo fue más fácil ignorar las señales del pasado.
«Me cago en la puta...» —gruñe, hastiado de escucharme llorar—. «Escúchame, Conri»
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Lobisomem«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...