❝ 𝑸𝒖𝒆 𝒎á𝒔 𝒎𝒂𝒕𝒂 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒓 𝒆𝒍 𝒃𝒊𝒆𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒂𝒓𝒅𝒂, 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒆𝒄𝒆𝒓 𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒍 𝒒𝒖𝒆 𝒚𝒂 𝒔𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 ❞
—Lope de Vega
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Es pleno día cuando despierto sentándome en la cama y mirando confusamente hacia la ventana, por la que entra una luz brillante y alegre, siendo movida la cortina con el suave aire de la primavera.
No soy del todo muy consciente de dónde estoy, al menos al principio, porque la cama es tan agradable que he dormido con placidez. Primero me estremezco al enfocar un poco mejor lo que tengo delante y, después, me entristezco porque recuerdo lo que pasó ayer delante de mis narices. No me quieren aquí y esto es temporal, tarde o temprano todo esto quedará grabado en un recuerdo y lo utilizaré como aislamiento cuando las cosas vayan mal.
Abofeteo mis mejillas y salto de la cama, dirigiéndome a la ventana para ver un árbol extraño que nunca he visto en mi vida. Intento alzar la ventana, pero me doy cuenta que cuesta subirla y chirría mientras lo hago con bastante esfuerzo, o yo soy demasiado débil. Casi parece que esta ventana no se ha abierto en siglos, idea que termina por reforzarse cuando la propia se encaja sin necesidad de ponerle el seguro.
«Anda, mira, si se ha tomado la molestia de ahorrarte el esfuerzo de que hagas más. Qué buen servicio» —comenta Hellfang, aunque yo ignoro el comentario sarcástico.
Mis ojos se abren de par en par y comprendo delante de mis narices que ya sé lo que tengo a pocos metros; nunca había visto un cerezo en flor más allá de las fotografías de los libros. Es hermoso, alegre e inspirador despertarse las mañanas y ver un árbol con esos colores. Éste crece tan cercano a la ventana que casi parece que las ramas quieren estrecharme la mano, y encima se ha vestido de rosa para la ocasión, ocultando las hojas verdes casi imperceptibles por tanto rosado.
Aún no es oficialmente primavera y este árbol casi parece que quiere inyectarme alegría en todo su esplendor. Lo está consiguiendo por momentos.
Asomo la cabeza por la ventana para estudiar la zona, siendo ésta bastante más amplia de lo que pensaba: A la izquierda del terreno, entre los gigantescos arces, vislumbro plantaciones de manzanos y algunos cerezos de menor tamaño; a la derecha más árboles desconocidos cubiertos por flores, y la hierba está salpicada de dientes de león mientras me saludan a modo de pinchazo en el pecho. Después huelo flores que no tengo a la vista, resultando estar bajo la propia ventana, descubriendo que la fragancia proviene de las lilas, amapolas, clemátides y dalias rosadas.
Más allá del jardín visiono varias casas de madera oscura y un buen montón de campos donde prácticamente no puedo verlo todo —pero sí trigo, patatas, ajos y calabazas— y mucho más lejos un arrollo aplacible lleno de abedules y pinos repletos de helechos con capas de musgo, y otras clases de vegetación que no puedo imaginar. También hay establos, y montañas no muy grandes con capas y capas de hierba. Este lugar es una maravilla, un sueño del que no quiero despertar, porque realmente es mucho más impresionante en primera persona. Todo, absolutamente todo lo que está aquí, es lo que siempre he soñado tener para vivir.
¿Se puede tener una suerte tan cruel? ¿Por qué tengo que despertar con algo tan perfecto, a sabiendas que me echarán de aquí?
Vuelvo a perderme en mis pensamientos, siendo culpable por amar tanto a la naturaleza que no puedo evitar saltar mentalmente de un lado a otro, imaginándome recorrer cada tramo, colina, arroyo y grupo de árboles.
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𝓗𝚎𝚕𝚕𝚏𝚊𝚗𝚐
Hombres Lobo«𝑻𝒐𝒅𝒐 𝒃𝒖𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒂 𝒖𝒏 𝒅𝒊𝒂𝒃𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒂 𝒂𝒍 𝒐í𝒅𝒐» Aunque eso sea lo que dicen las malas lenguas, lo que ellos nunca te dicen es por qué el propio diablo te elige a ti. Tampoco te explican si se...