La primera vez que entró al apartamento de Álex, pensó que sería incómodo pasar allí los catorce días obligatorios de cuarentena. No tenía nada en contra del piso —de hecho, le había parecido extrañamente acogedor desde que puso un pie allí—, pero no dejaba de ser el hogar de otra persona.
Uno de sus temores era que iba a ser imposible discernir cuándo estaría abusando de la hospitalidad de Álex. No obstante, cada día que pasa, el loft se le ha hecho más familiar, y es innegable que Álex ha hecho todo lo posible para hacerle sentirse bienvenido.
Por eso, está más que acostumbrado a recorrer el camino que sube a la terraza. Han comido allí casi todos los días, ha pasado tardes sentado en uno de los cómodos sillones que rodean los límites de la azotea y ha compartido unos cuantos momentos en la hamaca con Álex.
También ha tomado como algo cotidiano que huela a algo magnífico al pasar por la cocina. Los platos que cocina siempre son increíbles, pero además suelen dejar un olor colgando durante horas que logra hacerle la boca agua aunque acaben de comer. En ese momento, hay un olor divino saliendo de la zona con comida, aunque intenta no mirar. Álex se toma muy en serio los spoilers culinarios.
Sin embargo, hoy es la primera vez que hay un camino de velas liderando el rumbo hasta la terraza. Álex ha encendido diez a cada lado, lo cual sería muy romántico si no le diera un aspecto ligeramente de iglesia.
—Cada día te tomas más en serio lo de provocar un incendio, ¿eh?
Álex se ríe y le mira, como preguntándose si lo dice de verdad.
—Si consigues prender fuego a un suelo de mármol, me avisas.
Lucas tiene la sensación de que cada día pierde neuronas. A este paso le echan de la universidad. Quizá es sólo que Álex es tan guapo que le impide pensar bien.
—Se me había escapado ese detalle, sí.
—Anda, vamos, que se enfría la comida.
Álex le pone una mano sobre el hombro y percibe cómo sus dedos acarician con suavidad la tela del traje. Al salir por la puerta que comunica con la terraza, Lucas siente la punta de sus dedos rozar su pelo dibujando pequeños círculos. Está convirtiendo en una tarea muy difícil aguantar toda la cena sin besarlo.
—Teníamos una reserva para dos. —Álex finge hablar a un empleado inexistente mientras suben los peldaños—. Sí, en efecto, habíamos pedido una mesa tranquila. Si puede estar apartada de las demás... De acuerdo, muchas gracias.
Suelta una carcajada.
—¿Qué ha dicho el camarero?
—Que esa es nuestra mesa —responde, y señala la mesa en la que han almorzado ya varias veces. Claro que nunca antes había tenido encima una botella de vino blanco, unas flores y una vela.
ESTÁS LEYENDO
14 días
Romansa«De la tragedia a la comedia romántica sólo hay un paso». Lucas intenta mantenerse alejado de todo lo relacionado con el amor. Escribe historias con finales catastróficos para sus parejas y así se convence de que enamorarse no merece la pena. Basta...