22 | Una brillante carrera de psicólogo frustrada.

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—¿Estás despierto? —pregunta Álex

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—¿Estás despierto? —pregunta Álex.

En efecto, está despierto y mirando distraído al techo con todos los músculos relajados. Sin embargo, su mente está bastante lejos del presente: en esos diez minutos que llevan en silencio, su cabeza ha reproducido una y otra vez las maravillas que han tenido lugar en esa misma cama minutos atrás.

Ha hecho todo lo posible por que el enfoque de esos recuerdos sea puro. No quiere sorprender a Álex —a quien hasta hace segundos creía dormido— con un levantamiento inesperado, teniendo en cuenta que le tiene tumbado encima de él.

Eso no le ha impedido detenerse en pequeños detalles: la sonrisa ladeada mientras le quitaba la camisa; la mirada cuestionadora que le lanzaba a cada lado para asegurarse de que quería seguir; o la forma tan excitante que tenía de ahogar los gemidos, como si el ruido resultante no fuera aún más sexual.

«Está bien, quizá no son tan puros esos recuerdos».

—Sí, estoy despierto —dice, antes de que suceda una desgracia. Se obliga a disipar esa nube de flashbacks eróticos.

—No deberíamos estarlo.

—¿Por qué no? —No comprende demasiado a qué se refiere. Pero en realidad ya se ha acostumbrado a las frases crípticas que suelta Álex a cada rato y que sólo parecen tener sentido para él—. Si es por tu rendimiento, he de decir que ha sido muy satisfactorio. Definitivamente estoy cansado.

—Gracias, pero no lo decía por eso —responde Álex, y sonríe. Nota cómo se curvan sus labios, que están apoyados en el pecho de Lucas—. Me refiero a que en las películas siempre se quedan dormidos inmediatamente después de acabar.

—¿Y qué esperabas, un fundido en negro?

Álex suelta una carcajada suavizada por el agotamiento.

—Algo así —admite.

—Pues yo me niego a dormirme todavía. Quiero ser consciente de esto.

Álex aplasta la nariz contra su piel y se coloca más de costado, con la cabeza encima del corazón de Lucas. Se pregunta si puede escuchar la velocidad a la que van sus latidos: ahora mismo están tranquilos, pero laten con fuerza. Como para recordarle que es la realidad. Que no está soñando.

—Oh, créeme —rebate Álex—. Aunque me duerma, no voy a olvidarme de lo que ha pasado en ningún momento a corto plazo.

—No sé cómo podrías. Si has sentido lo mismo que yo...

—Desde luego. Y espero que se repita.

Él también lo desea con todo su ser. Parece mentira que sólo haga días de la Metedura de Pata Colosal cuando salió corriendo del salón, arrastrado por las olas y la tempestad de su propia mente. En cambio, en este momento, después de haber propasado todos los límites que se le ocurren con Álex, se encuentra en un estado de paradójica e irónica calma.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora