30 | El nuestro será mejor.

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Llevan doce días de cuarentena

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Llevan doce días de cuarentena.

El pensamiento aparece en su mente antes de que abra los ojos siquiera, y le hace sentir ligeramente inseguro. A pesar de que Álex y él se fueron a dormir en buenos términos anoche —puede sentir el calor corporal que emite desde el otro lado de la cama—, no deja de ser extraño que no tenga sus brazos alrededor de él, o que no haya desaparecido del todo la tensión que había.

Es como si la conversación que mantuvieron hubiese sido un intento de fijar las reglas básicas para no tener un malentendido. Pero no hay una varita mágica que devuelva todo a la normalidad, o que les haga olvidar todo lo que ha pasado para que hayan tenido esa charla en primer lugar.

Si el test de antígenos sale negativo dentro de dos días, la cuarentena habrá terminado y él estará fuera del apartamento de Álex. ¿En qué condiciones? No tiene la menor idea. Tampoco piensa preguntárselo directamente. Sólo sabe que ayer acordaron continuar lo que habían empezado, pero no es tan fácil ahora que el tiempo juega en su contra. «Poco más de cuarenta y ocho horas».

Parece una carrera a contrarreloj por volver a lo de antes.

—Había echado de menos esto —dice Álex con voz somnolienta cuando al fin se despierta. Ha pillado a Lucas observándole.

—¿No había médicos lanzándote miradas sensuales cuando te levantabas?

—Sí, pero decían cosas totalmente antieróticas como «tus constantes están estables, enhorabuena» o «¿cómo te has despertado hoy?».

Lucas sonríe y adopta un aire de enfermero.

—¿Y bien, paciente número 112.524? ¿Cómo te has despertado hoy?

—Con mejores vistas, desde luego —responde Álex, riendo—. ¿Ha habido un cambio de habitación recientemente?

—Mmm...  —Se lo piensa—. Muchos cumplidos hay ahí metidos, es sospechoso. ¿No será esto una estrategia para que te traiga el desayuno a la cama?

Álex pone cara de cachorro herido.

—Verás, es que el doctor me dijo que, teniendo en cuenta mi estado frágil, lo mejor era que no hiciera muchos esfuerzos hasta que terminara de pasar el virus.

—Oh, por supuesto, entonces no se hable más —gruñe Lucas—. No queremos que te rompas al exprimir unas naranjas.

—Podría electrocutarme con la exprimidora.

—Entonces me estás diciendo que es mejor que sea yo el que acabe chamuscado. No sé si eso te hace ganar muchos puntos.

La cara de cachorro magullado pasa a ser una de lástima, como la de esa foto de un mapache que se sentía avergonzado cuando los bomberos le habían pillado después de haber intentado robar comida de una casa.

—Venga ya, yo te hice el desayuno —vuelve a intentar.

Quemaste mi desayuno —puntualiza Lucas—. Y tuvimos que pedir churros.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora