Extra | Especial de San Valentín.

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—¿Todo bien por ahí? —le pregunta a Álex

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—¿Todo bien por ahí? —le pregunta a Álex.

Hace rato que han dejado atrás Barcelona. Avanzan rápidamente por la AP-7 en dirección a Gerona, con el sol dándoles de lleno a través del parabrisas y Golden de Harry Styles a todo volumen en la radio.

Es uno de esos momentos en los que Lucas no tiene un ápice de duda sobre lo feliz que es. De hecho, podría jurar que ninguno de los dos ha parado de sonreír en las cinco horas que llevan de trayecto. Esa es la magia de los viajes por carretera, ¿no? Más allá del olor a pistachos y la música, es el cosquilleo expectante de llegar al destino, como un niño que sabe que va a Disneyland.

—Todo maravilloso —confirma Álex—. Igual que las últimas quince veces.

«Nota mental: ser un pelín menos insistente», se recuerda Lucas.

—Perdón. Sólo quería asegurarme.

—No, no te disculpes. Pero antes de montarnos en el coche habíamos quedado en que si no me sentía cómodo te lo diría al momento.

Aun así, eso no quita que Lucas se preocupe a cada rato. Vale que Álex esté yendo al psicólogo y parte de la terapia sea montarse en coches para superar su miedo, pero juraría que hay pasos previos a hacer un viaje de setecientos kilómetros. No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar Álex, pero de momento parece que va bien.

—Vale —acepta—. Pero podemos parar en cualquier instante.

Álex esboza una sonrisa. La capta con el rabillo del ojo.

—Ah, ¿sí? ¿Y cómo iríamos al hotel, en bicicleta?

—Podríamos ser fieles al estilo Álex y coger un patinete eléctrico.

—O hacer autoestop.

—Hmm... —Lucas hace una mueca de desaprobación—. En las películas siempre hay una amplísima probabilidad de que quien te recoja sea un asesino en serie.

—Pero tendríamos algo de tiempo a solas en la parte de atrás de la furgoneta del asesino —dice Álex—. Hay algo romántico en eso de pasar juntos nuestros últimos minutos de vida, ¿no crees?

—Muy inicio de thriller de Hollywood.

—Pero aun así muy romántico.

—Uy, sí, romantiquísimo —se burla—. Podemos empezar a darnos el lote en el maletero, entre el machete ensangrentado y la selección de cuchillos. Con suerte, hasta cogemos el tétanos antes de palmarla.

—Vale, descartamos el autoestop entonces —concede Álex—. ¿Qué propones?

—Algo encontraríamos. —Se ríe, sin apartar la mirada del volante—. De todas formas, ya queda menos. Una horita o así. Antes de que nos demos cuenta...

Le sale innato lo de preocuparse por Álex. En el fondo, Lucas sabe que es un buen conductor y que no les va a ocurrir nada —a menos que se le cruce un ciervo a plena luz del día, claro, aunque no parece muy probable—, pero no se le ha pasado por alto la mirada de indecisión que ha puesto Álex antes de subirse.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora