Epílogo | Un universo paralelo.

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Un pájaro pía en la ventana de su habitación, despertándole

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Un pájaro pía en la ventana de su habitación, despertándole.

Lo primero que ve al abrir los ojos es el pelo revuelto de Álex y la pequeña hilera de lunares que bajan de su cuello a su espalda; en ese momento, le vuelven los recuerdos de la noche anterior: de cuando le enseñó el piso en dos minutos, de la cena en la que hablaron sobre hacer un maratón de películas toda la noche, y de cómo terminaron quedándose dormidos cuando apenas eran las doce.

Se queda un rato mirándole desde su lado de la cama. Encuentra cierta tranquilidad en tenerle a su lado, en la cama en la que lleva durmiendo tanto tiempo sin nadie. Esta ocasión ha sido Lucas el que le ha dejado un pantalón de pijama blanco a Álex, y el sol de las primeras horas de la mañana se refleja tanto en el tejido como en su piel morena, haciéndole brillar.

Cuando se levanta de la cama, Álex no da señales de haberse despertado. Sigue en esa posición tan cándida, con los hombros relajados y la boca un poco abierta. Desde que volvió del hospital parece dormir mejor, y no será él quien le prive de horas de sueño.

De hecho, la única razón por la que está de pie, amodorrado a las ocho de la mañana, es porque aún tiene una cosa por hacer.

Se acerca al pequeño escritorio de la habitación y se sienta frente a la ventana. Mientras el ordenador se enciende, dirige su atención a la pareja de gorriones que cantan bajo el calor del sol.

Ahora sí puede entender por qué la gente siempre dice que con alguien más todo es distinto. Así que sonríe a los pájaros, que le han mirado con curiosidad, antes de concentrarse en la pantalla.

Lleva varios días dando vueltas a la decisión que va a tomar, preguntándose si será la correcta. Sin embargo, no lo tuvo demasiado claro hasta anoche, cuando tenía el rostro de Álex entre las manos y podía ver el color sonrojado del que se le ponen las mejillas cuando está en el frío del exterior.

Ahí apartó todas las dudas y decidió que, si iba a dejar atrás sus miedos, tendría que hacerlo por completo.

Por eso, empieza una nueva entrada en la página de Por Casualidad titulada «Anuncio importante» y, sin pensárselo más, deja que sus dedos se muevan por el teclado.

Debería ser difícil acabar un proyecto al que ha dedicado tantas horas, uno que ha logrado tanto reconocimiento y ha generado cientos de teorías en las redes sociales. Pero más difícil sería continuar con algo en lo que no cree.


Queridos lectores.

La actualización de hoy no será una nueva historia. No habrá una bienvenida a una nueva pareja ni un desenlace catastrófico. Lo cierto es que este anuncio no es más que un gran punto final. La despedida. Es el fin de Por Casualidad.

Empecé este proyecto con el escepticismo de todos los que estamos aquí. Quería escribir historias que desafiaran esa tendencia a que los personajes siempre encuentren su media naranja en la ficción, porque en la vida real muy raramente ocurre. Y siempre está bien encontrar consuelo en las desgracias de otros.

Pero un día ocurrió lo impensable. Es más, irónicamente, ocurrió por casualidad. Pensaba que sería una idea más para otra historia: empezó con una cita horrible con un desconocido de internet, siguió con una cuarentena forzada a su lado y lo lógico habría sido que terminara mal.

Excepto que no fue así. Esa persona me enseñó los grandes finales, al estilo de Hollywood. De esos que te dejan pegado a la silla aun cuando ya han aparecido los créditos porque tienes que recuperar la respiración. De los que te hacen preguntarte ¿qué he hecho yo para merecer esto?

Y empiezas a pensar en la cadena de casualidades que es la vida. Está fuera de nuestro control el final que tienen las historias, pero no por ello podemos renunciar a vivirlas. Por mal que lo hayamos pasado.

Si algo he aprendido, es que de nada sirve quedarse estancado en el pasado; lo único que hace es impedirte avanzar hacia el futuro.

Estos años he publicado muchas historias. La del bombero y la chica con miedo al fuego, la del actor al que no le daban papeles nuevos, la de la florista que se enamora del alérgico a las gramíneas... Quiero pensar que todas esas historias del proyecto habrían tenido un final feliz en un universo paralelo.

De alguna forma, he acabado en ese universo y por eso no puedo continuar con el proyecto. Simplemente ya no creo en su razón de ser.

Espero que encontréis vuestro final feliz. Aunque sea por casualidad.

Gracias por todo.


Está tan enfrascado en el texto que no ha oído a Álex levantarse. Se le ha acercado y ahora está apoyando el mentón en su hombro para ver qué hace.

Mientras Álex lee el anuncio, Lucas aprovecha para mirar de reojo al chico que está bostezando en su cuello. Se aparta un poco para verle mejor y siente que el corazón le da un vuelco al percibir el brillo del orgullo en sus ojos.

—Cómo han cambiado las cosas, ¿no? —dice Álex, sonriente.

Se siente eufórico. Quizá siempre quiso en el fondo que llegara ese momento, en el que alguien apareciera para llevarle la contraria y demostrarle que el pesimismo estaba de moda con Schopenhauer, pero que ya no mola tanto.

—Mucho —responde, y acto seguido le da al botón de «publicar».

Álex se sienta y le da un beso, el primero del día. Puede acostumbrarse a esos gestos de buenos días. Se ha dado cuenta de que ambos duermen mejor cuando están juntos, como si sus cerebros supieran que no sirve de nada preocuparse porque allí estarán al levantarse.

A lo mejor Lucas tenía razón al decir que la vida no es como en las películas, pero, con Álex al lado, tiene que reconocer que se acerca bastante.

A lo mejor Lucas tenía razón al decir que la vida no es como en las películas, pero, con Álex al lado, tiene que reconocer que se acerca bastante

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Nota del autor:

¡Hola a todos!

¿Qué os ha parecido el epílogo? ¿Alguien quiere un pañuelo? ¿Os lo esperabais?

Sé que el epílogo es muy cortito, pero es una de las pocas cosas que tenía planeadas desde que empecé a escribir la historia. Siento que no necesita más, es una especie de «cierre final» al cierre que ya dio el último capítulo. Y espero que estéis de acuerdo conmigo.

La verdad es que no tengo palabras para describir cómo me siento al haber terminado el libro. Así que voy a buscarlas y mañana escribiré una nota de agradecimiento para que todos nos pongamos sensibles y lloremos juntos. Ha sido un placer escribir 14 días.

Hasta entonces, me despido.

Como siempre, gracias por leer.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora