Esa noche se despierta a las tres y cuarto de la madrugada con una sed impresionante. Levanta la vista y reconoce la habitación de Álex a oscuras, que está igual que antes de dormirse, inmersa en un azul nocturno decolorado por la bombilla aún encendida del pasillo. Con esa observación, aparecen de golpe todos los recuerdos de la noche anterior, que contrastan con la calma de ahora.
Tarda unos segundos en notar el cuerpo que tiene detrás, los brazos que le rodean. Siente el calor del cuerpo de Álex, la piel que roza con su espalda y con sus piernas. «De forma que acabé siendo la cuchara pequeña», piensa.
La anatomía de Álex se ajusta perfectamente a la suya. Percibe la débil respiración en su nuca, los puños a medio cerrar junto a su pecho y el punto en el que su cadera se encaja en la de él con suavidad. La sábana se ha secado por completo; lo único que queda ya del sudor es el ardiente recuerdo.
—Mmm —se queja Álex en su sueño, al percibir que Lucas se está moviendo de su lugar. Según parece, no es lo suficientemente ninja como para escapar de su abrazo sin que se dé cuenta.
—Vuelvo en seguida —susurra—. Sólo voy a por agua.
Observa desde el umbral de la puerta la silueta de Álex durmiendo. En medio del claroscuro de sombras violetas y figuras entremezcladas por la oscuridad, él parece ser lo único que recibe la luz que se cuela por la ventana. Sus brazos reposan en el hueco vacío donde antes estaba Lucas.
Cuando vuelve de beber agua —todas las calorías que quemaron antes tenían que pasar factura en algún momento— vuelve a colocarse en la misma posición. Álex tarda un segundo en rodearle de nuevo con las manos, un gesto involuntario y cariñoso, como un koala enorme.
El efecto es inmediato: los párpados de Lucas empiezan a pesar, se deja llevar por los dedos de Álex que cuelgan sobre su costado, y cae rendido.
—¿Me estás viendo dormir desde lejos? Porque da mal rollo.
La voz de Álex suena adormecida y torpe; ante eso, Lucas sonríe desde la esquina de la cama en la que se ha sentado después de ir al baño. Aunque no tenía ninguna intención de separarse del cuerpo de Álex, era innegable que se había despertado con mucho calor.
—No podía verte si te tengo de espaldas —responde Lucas.
—Podías haberte dado la vuelta.
—Pero quiero verte bien. Además, algo se despertó antes que tú.
Señala la entrepierna de Álex y él, al entender a qué se refiere, se tapa avergonzado con el edredón. Lucas se ríe, y piensa en lo guapo que está así, bañado por la iluminación dorada de primera hora de la mañana y sonrojado.
—Si no estuviera medio dormido, te callaría esa bocaza. Con la mía.
—Cuidado. No hagas amenazas que no vas a cumplir.
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14 días
Romance«De la tragedia a la comedia romántica sólo hay un paso». Lucas intenta mantenerse alejado de todo lo relacionado con el amor. Escribe historias con finales catastróficos para sus parejas y así se convence de que enamorarse no merece la pena. Basta...