Extra | La habitación de Alba.

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El pasado es un concepto dolorosamente irónico

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El pasado es un concepto dolorosamente irónico.

Por definición, hace referencia a lo que ya ha ocurrido. A lo que temporalmente uno ha dejado atrás.

Sin embargo, en pocas ocasiones es tan sencillo. Porque el pasado tiene un don para alcanzar a las personas en el presente y amenazar con perseguirlas al futuro.

El tiempo sigue corriendo, sí, pero los recuerdos permanecen. Viven en las heridas, en las lágrimas derramadas, en las voces que aconsejan al cerebro. Definen los miedos y los graban a fuego en la memoria. Algunos atormentan. Duelen.

Lucas se ha acostumbrado a que, cuando llega el mes de marzo, Álex esté más callado. Más reservado.

Es un cambio sutil, imperceptible para la mayoría, pero que ha aprendido a apreciar. Sabe qué buscar en su lenguaje corporal, qué detalles delatan el estado anímico de Álex aunque él haga todo lo posible para que no se note. A estas alturas, le conoce demasiado bien para ignorar cómo se pierde en los silencios. Cómo se vuelve menos charlatán al ver juntos una película. Cómo pasa tardes mirando por la ventana.

Eso sí, nunca aluden a ello de manera expresa.

Ha hecho todo lo posible para que Álex sepa que puede sacar el tema cuando quiera. Mientras tanto, permanece a su lado, apoyándole. Es su forma de decirle que, aunque Alba no vaya a volver, no tiene por qué lidiar con su pérdida solo.

Cada año se repite el mismo ciclo: llega marzo y se atenúa el brillo en sus ojos. Su rostro se vuelve sombrío, tiene menos energía, y desaparece su sonrisa burlona. Sin embargo, ha aprendido a no inquietarse. Es cuestión de tiempo que regrese su versión de siempre; en cuanto llega abril, es como si las lluvias arrastraran todos los recuerdos que le han estado angustiando y se llevaran el impacto del pasado hasta el año siguiente. Al final, las tormentas no duran para siempre.

La primera vez que pasó un mes de marzo con él, cuando ya vivían juntos, se quedó algo preocupado, pues sentía que no había forma de ayudar a Álex. Todos sus intentos de proponer planes para distraerle o sacarle de casa acababan en un fracaso. Se frustraba si a Álex no le apetecía salir del apartamento, porque pensaba que le estaba fallando.

Tardó semanas en entender que lo mejor que podía hacer por él era darle tiempo y quedarse junto a él. Su trabajo no era entretenerle para que no pensara en su hermana, sino ser su ancla, atándole al presente hasta que lidiara con el pasado.

Ha aprendido que no es algo permanente. Es una rutina que ocurre todos los años y que nunca cambia.

Hasta hoy.

—Creo que ha llegado la hora de hacerlo —dice Álex. Su tono suena firme, pero se quiebra hacia el final de la frase.

Están sentados frente a la ventana del piso que comparten. Al otro lado, en la calle, la primavera lucha por abrirse paso después de un invierno gélido. Los primeros tallos brotan del suelo, pero aún es pronto para guardar las bufandas. Hay poca gente en la calle. Todos parecen estar como ellos dos: en casa, con una taza de chocolate, mirando la avenida.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora