Todo parece en orden: la tortilla de patata está cuajada en un punto intermedio que no admite quejas, el salmorejo sigue enfriándose en la nevera, los huevos fritos y el pisto están guardando la temperatura sobre la vitrocerámica (igual que las croquetas) y del horno sale el calor junto al delicioso olor de la coca. Incluso les ha dado tiempo a preparar un arroz con leche en el último segundo.
—Hacemos un buen equipo —dice Álex.
—Sí que lo hacemos —confirma. Echa un vistazo al reloj del móvil—. Las dos en punto. Si esto fuera un concurso de cocina, pasábamos a la final sí o sí.
—Ahora sólo falta que nuestros amigos sean puntuales.
Álex se acerca para darle un beso, pero le esquiva con una finta digna de un jugador de la NBA. Eso le gana una mirada de desaprobación.
—¿Qué pasa? —le pregunta.
—Pues que ya nos hemos vestido y tienes las manos pringadas de berenjena. No quiero que te emociones y conviertas mi camisa...
—Mi camisa —corrige Álex.
—... tu camisa que me ha sido prestada —admite— en un cuadro impresionista.
En esta ocasión, está seguro de que tiene razón. Mientras los platos se preparaban en la sartén o en el horno, habían corrido al armario de Álex a buscar ropa con la que estar presentables. Teniendo en cuenta que les ha tomado casi media hora ponerse de acuerdo, lo mejor es intentar que nadie tenga que cambiarse.
—Me siento castigado —le dice a Lucas, y le da un beso de todas formas, sólo que colocando sus brazos hacia atrás para que únicamente rocen sus labios.
—Eso está mejor. Ahora a esperar a esos tardones.
Como si le hubiesen escuchado, unos nudillos llaman a la puerta con firmeza. Álex le dice que se encarga él de abrir la puerta, así que aprovecha para limpiarse las manos en un trapo y espera a que aparezcan dos caras familiares en la entrada.
Distrae la ansiedad social que debe de ir ligada a pasarse catorce días sin ver más que a una persona comprobando que todo esté listo: el mantel del comedor, la lista de reproducción con éxitos de los 2000 que llega desde el salón, su propia camisa... Después, devuelve su atención a la realidad, porque ya han llegado.
—¡Lucas! —chilla Alicia desde el vestíbulo.
Apenas tiene tiempo para reaccionar antes de que su mejor amiga —que se ha hecho algo en el pelo y ahora lo tiene como Keira Knightley en Love Actually— se abalance sobre él y casi le tire al suelo. Responde a su saludo rodeándola con los brazos y se deja llevar por el familiar perfume de Alicia y el olor al champú que comparten en su piso. Por unos segundos, se ve transportado a casa.
—Creo que no habíamos estado tanto tiempo sin vernos desde...
—Desde que nos conocimos —confirma ella. Y es cierto. Ni siquiera en verano suelen estar mucho tiempo sin verse: dado que a su familia no le sobra la pasta, la única vez que se ha ido de vacaciones en los últimos años fue cuando Alicia le invitó a un viaje con unos amigos que tenían en común.
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14 días
Romans«De la tragedia a la comedia romántica sólo hay un paso». Lucas intenta mantenerse alejado de todo lo relacionado con el amor. Escribe historias con finales catastróficos para sus parejas y así se convence de que enamorarse no merece la pena. Basta...