29 | Muy pocas veces.

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Álex está exactamente igual a como se lo lleva imaginando esas noches

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Álex está exactamente igual a como se lo lleva imaginando esas noches. Es la viva imagen del cansancio y de la fragilidad, de no haber podido dormir en días sin la ayuda de los calmantes que le hayan dado en el hospital. Y, aun así, bajo su fachada quebradiza y debilitada, sigue tan guapo como siempre.

Lucas ha pasado mucho tiempo preguntándose qué le diría al verle de nuevo. Está claro que tienen muchas conversaciones pendientes y un par de disculpas por decirse; sin embargo, curiosamente, lo que más le ha estado costando averiguar es con qué palabras le saludaría al verle entrar por la puerta.

Basta una mirada cruzada para entender que no se van a decir nada, al menos de momento. El silencio habla por los dos, dejando claro que, por ahora, les basta con tenerse cerca. Álex le observa con los ojos fatigados y Lucas está conteniendo las lágrimas, así que, antes de que se dé cuenta, le está abrazando.

—No te fuiste —dice Álex, pero no hay un ápice de rencor en su voz, sólo sorpresa. No le está llamando parásito, ni le está echando en cara que haya vivido a base de su rodaballo congelado o sus especias. Parece contento de verle.

—¿Cómo podría?

Esta vez es Lucas el que está rodeando con sus brazos a Álex, aportando por los dos la fuerza necesaria para el abrazo, y el que transmite el calor. El cuerpo de Álex está templado y huele a su versión más limpia, pero también a antiséptico de hospital. Al tenerlo al lado en su versión más vulnerable, no puede evitar pensar: «Yo cuidaré de ti».

—¿Cómo te encuentras? —le pregunta Lucas al separarse. Álex se quita la mascarilla y deja apoyada en la encimera la bolsa con la ropa que alguien (probablemente Óscar) le ha dejado un día de esos.

—Bien, por suerte todo quedó en un susto. Los doctores dicen que tengo que estar en reposo unos días, más que nada para no alterar el ritmo normal del corazón, pero que ya puedo hacer vida normal.

—Me alegro mucho. —Traga saliva y, evitando mirarle a los ojos, dice—: Tenía miedo de que te pasara algo.

Las conversaciones con Óscar han cambiado el ambiente y, por un segundo, tiene miedo de cómo va a reaccionar al escucharle decir eso. Pero se tranquiliza cuando Álex esboza una sonrisa. No obstante, él, en vez de responder, mira la cocina y empieza a olfatear la cocina.

—Espera. ¿Has hecho la cena? —Álex está mirando con curiosidad la cazuela donde se ha estado cocinando la crema de calabaza.

—Sí, eh... me he tenido que alimentar todos estos días. ¿Qué te esperabas?

—Sinceramente, me parecía más verosímil llegar a un apartamento empapelado en envoltorios de hamburguesas de un euro que esto.

—¿De verdad? Qué poquita fe.

—Lo siento, me guío por experiencias pasadas.

—Eres terrible —le contesta Lucas—. Sólo porque me salga mal una tortilla una vez, ya quedo encasillado como un inútil. Te voy a poner un cuenco de crema y me lo vuelves a decir si te atreves.

14 díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora