21 | Extraordinario.

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En ese trayecto sin visibilidad, la mente de Lucas se encarga de rellenar la oscuridad con un flashback

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En ese trayecto sin visibilidad, la mente de Lucas se encarga de rellenar la oscuridad con un flashback.

Más concretamente, el de la primera y única vez que se ha acostado con alguien. Lo cual es una mierda, porque no es para nada un momento que tenga en alta estima. Ni que considere que tiene mucha importancia. Al menos, no más que el día que se rompió una uña patinando o aquella vez que probó a salir a correr a las seis de la mañana creyendo como un iluso que eso iba a convertirse en una rutina.

Pero, teniendo en cuenta que Álex le ha vendado los ojos con una corbata, es cierto que pensar en los antecedentes suena bastante justo.

Es consciente de que para mucha gente perder la virginidad supone un gran punto de inflexión en sus vidas. Según Alicia, es culpa de las películas de Estados Unidos, porque allí tienden a convertir todo en experiencias transformadoras que definirán el resto de tu existencia, como los bailes de graduación o el Black Friday. De cualquier forma, para Lucas sucedió sin pena ni gloria.

Está moderadamente seguro de que el chico se llamaba Javi, aunque no apostaría su dinero en ello, algo que ya es suficiente prueba del impacto que ha tenido en los meses sucesivos.

De hecho, es bastante irónico que se enrollara con alguien por primera vez la noche de graduación. Muchos de sus compañeros llevaban planeándolo meses y acabaron la noche sin triunfar y, en cambio, Lucas, que no tenía ninguna intención de hacerlo, fue el que terminó en el piso de un chaval a quien había conocido veinte minutos antes.

Fue un cúmulo de factores el que le llevó a tomar una decisión así.

Primero: la fiesta de graduación estaba siendo un verdadero coñazo. A eso de las tres, la mitad de sus amigos de clase estaba vaciando sus estómagos en los baños de la discoteca y la otra mitad se había largado con alguien. Lucas estaba en la barra decidiendo cuál sería su tercera copa (no es que la decisión fuera particularmente difícil, pero todos los cócteles estaban tan aguados que en realidad no tenía sentido planteárselo mucho porque iban a saber a lo mismo).

Segundo: quería salir de allí. Al principio había creído que sólo iba a estar su promoción en el local que habían reservado. Pero, poco a poco, había llegado más gente de otros institutos e incluso adolescentes por libre, y los metros cuadrados de la discoteca habían empezado a menguar como si los hubiese chupado una aspiradora enorme. Y ya llevaba un rato siendo agobiante.

Tercero: había aparecido una buena excusa para marcharse. Una de pelo negro y mirada dominante.

Hasta ese instante, Lucas seguía ahí porque la discoteca estaba en una zona ligeramente peligrosa de Madrid y no era una buena idea salir solo de madrugada por esas calles. Pero cuando Javi —sí, ahora está un poco más convencido de que era su nombre— se quejó de que las copas costaban un riñón (y dijo que la gente probablemente recurría al mercado negro para vender sus órganos y así poder permitírselas), Lucas aceptó ir a su casa.

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