Ojo por ojo, como siempre te repitió tu padre, la venganza siempre se te inculcó, desde tus inicios, presente estaba el rencor, resentimiento, un odio afloró en tu joven pecho, cada año se hacía más grande en tu herido corazón.
Nunca pudiste entablar correctamente una relación de amistad, tu temor a ser lastimada era mucho mayor, todo aquel que se acercó con buenas intenciones fue rápidamente espantado con tu dureza y frialdad.
Todo el tiempo vagabas sola, todos los que te dirigían la palabra eran solo tus padres o uno que otro compañero para hacer algún trabajo.
Pero un día eso drásticamente cambió, él fue como un rayo de luz que atravesó tu duro corazón, desde el primer momento se clavó con garras y dientes a tus sentimientos.
Te brindó de su calor, de su amor incondicional, compañía y comprensión.
Poco a poco ibas abriendote a los demás, empezabas a tener más amigos, con vivías con nuevas personas, comenzaste a salir de tu zona de confort, y eso a Abel no le gustó para nada.
Su disgusto era evidente, cada vez que hablabas con otras personas o mencionabas a otros lo enfurecian enormemente.
Cada día se iban distanciado más, estabas floreciendo, tú estabas creciendo cada día y el se oscurecía más y más.
-¿Por qué me haces esto? - te miraba confundido, no tenía idea de lo que comenzaba a sentir por ti.
-Me duele el pecho cada vez que te veo con ellos - te miró con sus ojos húmedos, las lágrimas asomaban su verdosa mirada- Creo que... Te amo.
Boquiabierta escuchaste su improvisada confesión, tenias un nudo en la garganta, no sabías como decírselo.
-Estoy saliendo con Maríe... Yo en verdad lo siento - bajaste tu cabeza, no podías mirarlo a los ojos, era tu mejor amigo.
-No estoy molesto, descuida... - se marchó de ahí, de sus ojos caían lágrimas gruesas. Caminó hasta su casa y no más pisar la entrada se desplomó.
En posición fetal se puso a llorar, sentía su corazón quebrarse, por fin entendía sus sentimientos y lamentablemente lo habías rechazado. No era tu intención lastimarlo, pero después de todo esa era la verdad.
Unos días más tarde volvió a la escuela, había faltado una semana, estaba tan devastado por su rechazo que se dedicó a llorar todo lo que pudo, no quería salir de su habitación pero su madre lo forzó a asistir.
Tenía ojeras gigantes, los pómulos marcados de no comer y los ojos rojos de tantas noches llorando tu nombre, parecía muerto en vida. Cada tanto te veía de reojo, no sabía cómo hablarte y tú menos.
Se sentó sólo en el almuerzo, unos amigos le ofrecieron compañía pero este se negó, solo quería estar solo. No aguantabas verlo así, tímidamente te acercas a él.
-¿Te encuentras bien? - molesto volteó a verte, se sentía tan enojado y despechado que solo te respondió lo primero que le pasó por la cabeza.
-Vete al diablo- lo miraste sorprendida, algo herida te marchas en silencio. Tarde se percató de lo que te dijo, quería disculparse pero cuando miró a la mesa en la que estabas tu novia lo miró mal.
Su cabeza se estaba colapsando de el mismo pensamiento, día y noche era lo que pasaba por su cabeza, todo el tiempo siempre él mismo, tiene que ser mía sin importar que.
Escuchaste unas piedritas tocar la ventana de tu cuarto, algo adormilada miraste la hora en tu celular eran las 2:23 am, cansada te levantas al percibir que el causante del ruido no se detendría.
Abel estaba parado fuera de tu ventana, te pidió entrar, con cansancio le dejas pasar.
- Perdón por ser un imbécil - iba a seguir hablando pero lo abrazaste, le acariciaste su pelirrojo cabello con cariño.
- Te quiero - soltaste con calma, el cariño y amor en tus palabras era mucho más intenso que antes - Siempre lo haré sin importar que.
Tus palabras lo hicieron romper en llanto, extrañó tanto tenerte cerca, escuchar como lo querías lo hacía tan feliz, no quería separarse de ti por nada del mundo.
- Se mi novia - te dijo, quería decirtelo antes pero pasó lo anterior, mordiste tu labio nerviosa, para luego darle una sonrisa.
- Si- al decir eso recordaste lo que había escrito en su cuaderno.
Una de las tantas veces que quisiste arreglar las cosas con él fuiste a su casa, su madre te recibió te pidió que lo esperarses en su pieza, Abel había ido a consertar una cita al psicólogo y por eso no se encontraba en casa. Recorriste con la mirada toda su habitación, estaba un poco desordenado pero no tanto, un cuaderno en su escritorio llamó tu atención, lo ojeaste y ahí descubriste su plan.
Quería asesinar a Maríe, secuestrar te y después cometer “doble suicidio” contigo.
Te apretó en el abrazo mucho más después de tu respuesta, se sentía tan feliz.
Con calma acariciabas tu vientre abultado, el ruido de la lluvia era tranquilo, y era acompañado por la dulce melodia que cantabas.
Recordaste como conociste a Abel, un recuerdo tan fresco en tu memoria, como si hubiera pasado ayer, pero ya pasaron casi 11 años de todo eso. Soltaste un pequeño suspiro, en poco tiempo sería la hora del té.
Con dificultade te levantas de la mesedora, pero rápidamente eres detenida por tu esposo.
-Tranquila querida yo lo haré - te dio un corto beso en los labios, y unos minutos después te sirvió una taza de té de manzananilla.
Te cuidaba tan bien como lo prometió esa noche, por fin te tenía y por nada del mundo te va a dejar ir, menos ahora que esperan un hijo junto, lo único que te queda a ti es amarlo como él desde hace tanto tiempo quiso.
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Je t’aimerai, toi et notre petite fission d’amour ~