Todo comenzó cuando te vi por primera vez. Estabas sentada en un banco, tomando un helado y riendo con tus amigos. En ése momento, yo por una milésimas de segundo creí o quizás quise creer que esa sonrisa era para mí.
Desde ése día empecé a pasar todas mis tardes libres en el parque, buscando con mi mirada tu figura... Quería verte sonreír otra vez.
Me dejaste mudo cuando me hablaste por primera vez, me diste esa linda sonrisa. Estaba tan feliz, me diste esa sonrisa a mí, sólo a mí. Pero también me preocupó la expresión de tus ojos, tan incómodos y asustados. Verte así me preocupó, te pregunté que sucedía, el recuerdo de cómo frunciste tu rostro en una mueca de miedo me rompió el corazón. Miraste hacia atrás, con disimulo me mostraste al hombre que no dejaba de observarte.
Esa tarde te sentaste junto a mi. Hablamos, reímos y sobre todo, nos pudimos conocer.
Las semanas pasaron, no dejamos de hablar, mañana, tarde y noche, todo el tiempo estuvimos hablando. Una media mañana me hiciste una oferta que no pude rechazar, podía escuchar tu nerviosa voz a través del teléfono. Una cita, me habías pedido una cita. Dios, no sé cómo pude decirte que si sin gritarlo.
Al día siguiente te esperé donde acordamos, te llevé un gran ramo de flores ¿Te acuerdas? Me dijiste que eran hermosas y las conservaste hasta que se marchitaron. Me dio mucha gracia cuando me hiciste la misma sorpresa para nuestro primer aniversario.
El día en el que te propuse matrimonio ¿Cómo no recordarlo? Me tomó 2 meses preparar la propuesta, y que no sospecharas nada. La satisfacción de verte decirme que si mientras movias frenéticamente tu cabeza fue maravillosa.
Oh! ¿Y cómo no? Uno de mis momentos favoritos. Tú bellísima, en ese vestido de novia, era sencillo, no, era tan tú, era perfecto. Recuerdo que me tomaste de las mejillas y me secaste las lágrimas. No pude aguantar y al momento en que dijiste el si te besé como si fuera la última vez que nos veríamos.
Pero sin duda alguna éste es mi recuerdo preferido, cuando le dimos la bienvenida a un nuevo integrante a la familia, nuestra hermosa bebé. El solo hecho de que por fin pude cargarla me llenó de tanta felicidad, me habías hecho sentir el hombre más afortunado del mundo... Bueno desde un principio lo hiciste.
Verla crecer junto a ti llenaba de felicidad cada uno de mis días, cada una de mis mañanas, tardes y noches, no hubo ni una sola en las que no dejara de amarlas, con cada segundo las amaba más.
Me alegra y me llena de dicha saber que las pude amar como debía y más. Me hace tan feliz que mi último día sean las últimas que pueda ver y que me despidan con la misma sonrisa que yo siempre les regalé.
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Tu sei l'amore della mia vita~