Todo comenzó como un simple trabajo, algo rutinario, estaba acostumbrado ¿como terminó así? ¿Por qué había llegado a ese punto? Tantas preguntas pasaba por su cabeza, que le eran muy difíciles de ordenar.
¿Por qué se fijó en una mujer que jamás podría tener? Se preguntó, viendo escondido, tras la lente de una cámara como la exuberante mujer terminaba de pintar sus labios en el lujoso tocador.
La siguió con cuidado, con precaucion, para no ser visto, aunque en sus más profundos adentros era lo que más deseaba. Observó con detalle, como con elegancia recibió a un invitado, quizás y era por esa persona que fue contratado.
Tomó un par de fotos, vio todo callado, con cada segundo una creciente rabia se apoderaba de él. Más de una hora estuvo con la mandíbula apretada, aguantando sus ganas de irrumpir en el lugar, se contuvo.
Terminó su trabajo, yéndose con un nudo en el estómago, y tratando de no mirar atrás. Tomó las llaves de su auto y somnoliento cerró los ojos para descansar.
- Eso es lo que descubrí - le entregó el sobre con la evidencia del día anterior, aquel hombre frente a él, con su reloj aparentemente caro y un pañuelo bien colocado, colérico veía la realidad que por tanto tiempo temió.
Se sentía humillado, patético, estaba conteniendo un par de lágrimas, la impotencia lo consumía.
- Esa maldita perra - soltó con una furia reprimida, aguantando hacer un escándalo. Herald lo observo con recelo, sabía lo que le esperaba a aquella mujer.
Apretó sus puños con fuerza, mantuvo una postura relajada, y segura, no podía flaquear, no debía demostrar sus sentimientos frente a un hombre que sin problemas podría desaparecerlo como si nada.
Siguió el silencio reinando en la lúgubre habitación, el cliente le indicó a uno de sus hombres sacar algo. De un maletin de cuero negro, sacó la suma acordada desde el principio, y dedicándole una mirada se retiró sin antes decir.
- Tu trabajo aquí termina - más que una indicación para Herald y el resto, eso fue una clara advertencia.
Tomó otra foto, veía todo con una sonrisa, llevaba semanas aguantando sus ganas de verla, sería mentira decir que no temía por su cuello en ese instante, pero la alegría de aunque sea verla de lejos le hacía olvidar el inmenso terror de morir.
Su sonrisa desapareció con rapidez, cambiando a una expresión de rabia y angustia, miró como la mujer al quitarse su precioso vestido dejó a la vista unos horribles moretones, eran enormes, tan malos que tonos rojizos aún asomaban del centro y bordes.
Tomó otra foto sabiendo que de algo le serviría. Soltó un suspiro y despidiéndose en silencio se marchó del escondite, expectante de las cosas que traerían esas fotos.
Noticia nacional, en todos los periódicos se podía leer el mismo encabezado, su plan estaba saliendo a la perfección.
“El importante multimillonario Herbert Jonhs está con la soga al cuello”
Sonrió victorioso al leer por quinta vez consecutiva en el periódico la gran noticia. Tener un amigo periodista le había servido de mucho, pero también algunas amistades en el bajo mundo ayudaron un poco.
El toque en la puerta de su despacho le sacó de su glorioso momento, por precaucion tomó el arma que tenía en su escritorio, conocía su posición actual y las consecuencias que le traería.
Nuevamente tocaron a la puerta, pero está vez fue más fuerte, casi como si la quisieran derribar. Tragó seco, y muy despacio se fue acercando a la ventana, miró abajo, el callejón estaba lleno de hombres con trajes negros, rodeado el lugar.
El fuerte estruendo en la puerta lo hizo sobresaltarse, tení que huir rápido si no quería morir. Entró al baño cerrandolo con seguro, buscando desesperadamente alguna salida.
Cómo si Dios escuchase sus plegarias se percató de lo suficientemente grandes que eran los ductos de ventilación, haciendo la mayor fuerza con sus brazos logró subir.
Pasaba en silencio, temiendo ser escuchado, aguantando la respiración en un patético intento de no ser descubierto. Pero a fin de cuentas logró salir por los ductos al otro lado del recinto.
Suspiró aliviado, llendose del lugar sin llamar la atención.Dos años de los hechos, la bella mujer ya no estaba casada, era libre. Pará su suerte antes de que se separara de ese hombre tan terrible, él fue asesinado en prisión, no quiso investigar más a fondo, aunque era demasiado sospechoso, prefirió la gran fortuna para disfrutar y unas, muchísimas acciones en diferentes empresas que heredó de su difunto esposo.
Se podría decir que podía vivir tranquila el resto de su vida. De viaje como era costumbre, ella paseaba por las hermosas calles de Milán, llevando en sus manos un montón de bolsas con las ropas más lujosos que podría cualquiera imaginar.
Estaba tan distraída observando los escaparates de las tiendas que no se percató del hombre cerca de ella. Ambos chocaron, y para mala suerte el café que traía el barón se derramó sobre él mismo.
Avergonzada pidió disculpas de inmediato, levantando su mirada para verle directamente. Al conectar sus ojos una corriente eléctrica le pasó por el cuerpo, sus mejillas se sonrojaron.
- Disculpe ¿ Nos conocemos de algún lado? - dijo con un tono dulce.
- No, pero sí quiere podemos hacerlo - las palabras del hombre la hicieron sonreír tímidamente. Pobre, no tenía ni la menor idea de donde se estaba metiendo.
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See you in the next honey~