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Capítulo 1| Una no muy buena presentación

Mane


—¡La cinco! —El grito de Bob, mi jefe, me sobresalta—. ¡El pedido de la mesa cinco, Mane! No podemos fiarnos de los adolescentes.

Las mejillas se me empiezan a acalorar de la vergüenza. Normalmente no era distraída en mi trabajo, pero esta semana tenía demasiadas cosas en la cabeza que apenas podía ponerme con ellas. Me acerco hacia la barra donde Noah, mi compañero de trabajo y de clases, me sonreía mientras me plantaba la bandeja con el plato de macarrones con queso que había pedido la mesa cinco.

—Venga, que solo nos quedan dos horas —dice Noah y yo le saco la lengua.

Noah Greene.

Le conocí en la universidad el primer día que llegué a Nueva York con Eliot. Los dos estudiábamos Psicología. Recuerdo que al principio no confiaba en él, pero Noah era de esos tíos que se llevaban un trozo de tu corazón desde el primer momento. Era muy atractivo. Sus rizos rubios resaltaban con esos ojos azul cielo que enamoraban a cualquiera y su piel blanca de marfil. No era bajo, pero tampoco llegaba al metro noventa. Si no recordaba mal, me dijo que media uno ochenta. Noah era un buen amigo, aunque a veces se pasaba de pervertido y si no fuera porque desde el primer momento que nos conocimos me soltó que le iban los hombres, hubiera creído que iba a por mí, porque siempre decía cosas que te hacían replantearte su homosexualidad. Los dos trabajábamos en Bob's, una cafetería en el centro Manhattan, por diferentes motivos. Yo necesitaba dinero para pagarme los estudios y hacerme cargo de la casa, mientras que Noah lo hacía porque según él, quería ser más independiente.

Una risa me saca de mis pensamientos.

Dejo caer mi culo en la banqueta que había ahí en la barra sin quitar la mirada de Noah y suelto un suspiro de cansancio.

—Las dos horas más largas —digo, Noah se vuelve a descojonar—. Creo que Bob está otra vez de mal humor.

—¿Y cuando no está de mal humor ese hombre? —Los dos nos reímos. Bob era un tipo bastante raro por así decirlo. Un hombre de casi cincuenta años y pico que llevaba una cafetería solo y que pocas veces verías contento. Creo que tenía una hija dos años mayor que yo, pero ahora mismo no me acordaba. Noah vuelve a hablarme—: Por cierto, ¿qué tal Blanca Nieves?

Me rio al oír el apodo de Blanca Nieves. Así era como Noah llamaba a Sophia para meterse con ella. Decía que le recordaba a la princesa de Disney, pero en rubia por el simple hecho de que esta siempre iba con los labios tan rojos y tenía la piel tan blanca que, de verdad, sí que podía hacerse pasar por una princesa. Había veces que incluso me daba miedo dejarles a ellos dos solos por si se llegaban a matar, ya que cada vez que estábamos los tres, Noah no dudaba en meterse con esta y viceversa. Sophia era mi mejor amiga desde que vine aquí a Nueva York y aunque al principio me paso lo mismo que con Noah, —que no me abría del todo a ella—, al final consiguió que pudiera confiar en ella. Nos queríamos mutuamente.

Noah se pasa los dedos por la maraña de pelo.

—Creo que bien —respondo a su pregunta. Para ser sincera, no mentía pues la última vez que había hablado con Sophia fue la noche anterior y porque esta me llamó a las dos de la madrugada para decirme que estaba cañón y que si pudiera se follaría a sí misma; obviamente supe que iba pedo aquel día—. Hoy he quedado con ella para ir al...

—¡Wilde! ¡Greene! —La voz de Bob me interrumpe y antes siquiera de que pueda seguir hablando, me lo encuentro a tan solo centímetros de mí. Con su barba incipiente oscura que le daban un toque George Clooney; sí, me refiero al del anuncio del café; me miraba de arriba abajo como si en cualquier momento fuera a freírme con sus ojos marrones oscuros. No puedo evitar volver a bajar la mirada hacia sus brazos descubiertos por una camiseta de tirantes blancas. Bob era un tipo ancho y fuerte, con una barriga protuberante y demasiados tatuajes por los brazos y cuello que no podría ni contarlos—. ¿Y los macarrones de la mesa 5? —grita y su tono daba tanto pavor, que lo primero que mi cuerpo hizo por instinto fue levantarme de allí y ponerme en camino hacia la mesa correspondiente con la bandeja en mano. Escuche a Bob por última vez—: Y tú Greene, te he pedido que limpiaras las demás mesas hace rato.

El latir de un corazón roto #1 SERIE AM✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora