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Capítulo siete| Un clásico Mustang rojo y 3 cajas de tampones

Mane


Madame —volteo a mirar a Noah desde detrás del mostrador y me rio cuando le veo haciendo el tonto limpiando las mesas como si fuera la Cenicienta.

Hoy me toca turno doble en Bob's junto a mi mejor y alocado amigo. La cafetería estaba medio vacía así que aprovechamos para limpiar un poco las mesas que iban quedando vacías de los que se marchaban, y hablábamos de la universidad o de las siguientes fiestas. Allí solo había dos mesas que seguían ocupadas, las demás estaban libres ya. Clavo la vista en la puerta de cristal como si quisiera que entrara alguien en ese momento y mi cerebro en ese segundo me traiciona y en él se me aparece la cara de un idiota desagradable que para colmo tocaba en mi banda favorita. Agradezco de pronto a la mujer que antes se encontraba sentada en una de las mesas cuando la veo al otro lado del mostrador y me habla, sacándome de aquel inexplicable pensamiento.

—Quiero pagar ya y si es posible, me gustaría llevarme uno de esos buñuelos de Nutella —asiento y cuando estoy toqueteando en la pantallita, tengo que volver a levantar la vista y con una tímida sonrisa preguntarle por lo que había pedido antes —: Había pedido un Frappuccino de fresa

Vuelvo a asentir bajando la cabeza de nuevo a la pantalla. Pulso la pantalla táctil en los productos y cuando por fin tengo el precio total, se lo digo. La mujer rebusca en su pequeño monedero mientras que yo trato de aguantar la risa porque Noah, no dejaba de seguir haciendo el tonto esta vez con el trapo en la cabeza mientras me mira. Retorno la vista a ella que me da un billete grande y tengo que devolverle.

—Tome, su vuelta —sonrío como Bob nos decía que teníamos que hacer y le suelto la frase de: "Que pase un lindo día y no dude en volver".

Cinco minutos después de que esta desapareciera por la puerta, Noah se me acerca con el trapo estirado en un hombro. Apoya las manos en el mostrador, me mira y suspira dramatizando el gesto que no dudo en reírme de él. Preparo dos batidos de chocolate para ambos mientras mi amigo se sigue quejando del tío con el que se enrollo anoche y del que apenas recuerda su nombre. Le planto su vaso delante y lo coge para darle el primer trago. Su batido llevaba leche condensada pues le pirraba, mientras que el mío era de lo más normal pues solo era chocolate, sirope de chocolate y nata por encima.

Noah se sienta en el taburete de enfrente para estar más cómodo. La verdad es que como había pocos clientes y Bob hoy tampoco había venido, no teníamos mucho trabajo.

—Podíamos aprovechar que no está para poner nuestra música —gruñe Noah al ver que la cafetería parecía más un tanatorio que lo que era en realidad. Bob casi nunca nos dejaba escoger la música para el local, pues decía que solo pondríamos canciones de "mierda" que escuchan los adolescentes y eso es mentira; al menos con Noah y conmigo —¡A la mierda! Bob no está y yo necesito ritmo en las venas.

Me río.

Observo como Noah saca su teléfono móvil, conecta el bluetooth con los altavoces de la cafetería y de ellos un segundo después, empieza a salir la voz de Camila Cabello en la canción de Havana. En serio, pero si esta música era una mierda, yo ya no sabía lo que era la música de verdad. Noah comienza a cantar al mismo tiempo que la cantante.

—Esto es otra cosa —dice este más alto de lo que pretendía hacerlo. Vuelve a dar otro sorbo a su batido de la pajita.

La campanilla de la puerta suena avisando que alguien había entrado o salido. Muevo la cabeza hacia la derecha para poder mirar detrás de mi amigo (ya que me tapaba las vistas) y sonrío cuando mi mirada se encuentra con el chico morenito que se acerca. Jaxon me ve y sonríe. Venía con algunos del equipo de la universidad. Cuando se acercan, saluda a Noah y después a mí.

El latir de un corazón roto #1 SERIE AM✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora