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Capítulo 28| Deseos y mentiras

Riley


—Vaya, ¿me echas de menos, sirenita? —bromeo mientras doy vueltas por el autobús.

Oigo su risa y desearía poder tenerla aquí a mi lado como el día de ayer para escucharla todas las veces que quisiera. Puedo adivinar que ahora está rodando los ojos y así es como se lo dejo caer.

Esta responde con sarcasmo lo siguiente:

—Que eres ahora, ¿vidente? —me río aun siguiéndola el juego. Por un momento, nos quedamos en silencio, pero es el mejor silencio de la historia ni incomodo ni mierdas —¿Qué haces?

—Echándote de menos.

Debe estar acostumbrada a que sea tan directo con mis palabras, pero es que así soy yo. Nunca me ha dado vergüenza mostrar mis sentimientos. Le cuento que ya queda menos para terminar la gira y que pronto me tendrá allí para molestarla como el primer día y que me dé una buena bienvenida cayéndose con otro plato de macarrones que tirarse encima.

Escucho la risa sarcástica al otro lado del teléfono al recordar el primer día que nos encontramos. No fue una buena presentación, pero si la más divertida. También le digo que al ver su llamada me ha sorprendido pues no esperaba que me llamara y cuando me suelta que ha sido sin querer, me hago el ofendido y le contesto lo siguiente:

—A, muy bonito, sirenita. ¿No estás pensando en mí?

—¿Debería pensar en ti? —Lo hace a propósito, pero adoro estos juegos entre ambos... En realidad, me gusta todo de ella.

Sin poder evitarlo, desvío la vista hacia la bola que me regalo ayer y la alcanzo para tenerla en la mano mientras hablo con ella. A fin de cuentas, la uso para recordarla debido a que no la tengo cerca. La escucho contarme las locuras de sus amigos y que esa mañana cuando fueron a estudiar, parecían muertos vivientes salidos de discoteca de lo cansados que estaban; muevo la bola a la vez que me río al imaginarme esa escena de ellos cansados.

Estamos casi dos horas hablando hasta que escucho, —y ella también—, la voz de Ian mandándome cortar el teléfono porque ya hemos llegado al hotel donde nos alojaremos hasta acabar el concierto en este destino.

Me cuesta despedirme de ella y quiero creer que a ella también le cuesta. Al ver que seguimos sin colgar, Ian me quita el móvil, se despide él de la sirenita y cuelga sin cortarse ni un pelo. Arriba, estiro las piernas cuando me levanto del sofá y le pregunto con un poco de seriedad en la voz, que porque ha colgado sin que yo se lo haya pedido.

—Estas siendo como Aaron de romanticón y ya tenemos bastante con él —No me enfado porque me hace gracia que se meta con Aaron y su cursilería, cosa que hacemos todos en plan de broma —Venga, vámonos hermano.

Entramos en el hotel y vamos directos a nuestra suite a prepararnos para el concierto de esta noche que lo tenemos a las ocho de noche. Anthony nos llama por teléfono para ver cómo va la gira, —normalmente viene con nosotros, pero esta vez no ha podido—, y cuando le decimos que todo está genial, nos da ánimos para la noche que nos esperaba.


Último destino ahora si por fin: Italia de nuevo.

Pasamos la mañana paseando por las calles de Italia y de vez en cuando nos interceptan varios fans que nos piden fotos y autógrafos que no dudamos en dar. En ese momento, transitamos por delante de la Fontana di Trevi y con una sonrisa traviesa, les digo a los chicos si nos acercamos a verla mejor. Aaron y yo lo vemos perfecto, pero los otros dos que son unos aburridos, les cuesta moverse del sitio para ir allí, como si les pesada el culo. Los únicos que pedimos un deseo (como es la tradición) somos Aaron y yo, pero les pido a Seth o Ian que me grabe, pues se me ocurre mandárselo a la Sirenita.

El latir de un corazón roto #1 SERIE AM✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora