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Capítulo 3| Fiesta y borrachera

Mane


—No jodas —susurra Noah cuando se lo cuento—. Ese tío se ha fijado en ti, zorra.

Niego mirando al frente para comprobar que el profesor Harold seguía explicando el temario sin percatarse de nuestra conversación. Lo último que quería era que me suspendieran aquella asignatura. Psicología Social era una de mis materias favoritas de esta carrera, pero era complicada, pues el profesor Harold solía ser muy estricto. Michel Harold es un hombre de unos cincuenta y pico años. Para él la edad pasaba cada día más y eso se podía apreciar en sus arrugas y en su pelo canoso. Una barba más o menos larga, también estaba repleta de canas por su color negro azabache. Aunque fuera muy estricto y se enfadada con demasiada frecuencia, era un buen profesor.

Repiqueteo con el boli en los dedos de la otra mano, mientras prestaba atención, cosa que fue imposible porque desde que le había contado a Noah lo que pasó hace tres días cuando Riley Steele se coló en la cafetería, no me dejaba atender. Debía saber que a Noah Greene le encantaba un buen salseo.

—No digas chorradas, Noah —contesto en el mismo tono que él hace un rato.

La mera idea de que eso fuera cierto, cosa que no lo era ni de coña, me aterraba. Riley Steele, el baterista de mi banda favorita, ¿fijarse de mí? ¡Ja! Eso solo pasaban en los libros que tenía en mi librería o en las películas románticas que me obligaba a ver Sophia cuando iba a su casa. Además, si quisiera que uno de ellos se fijara en mí, preferiría que fuera Ian Lerman. El cantante principal que me mojaba las bragas, (como diría Sophia) con solo decir su nombre. Cuando vuelvo a mirar al frente, Noah me da un codazo en el costado para que le siguiera narrando la historia. Tampoco es que hubiera mucho más para contar, salvo el incidente que el muy idiota me había visto medio desnuda y no había tenido la decencia de largarse cuando se lo pedía.

"Me encantan las adivinanzas bicho"

Su voz no dejaba de sonarme por todos los recónditos de mi cabeza. Yo no entendía porque me llamaba bicho cuando apenas me conocía, pero me parece de muy mal gusto hacerlo.

Se lo cuento a Noah, —lo del sujetador, no lo de bicho—, porque eso ya lo sabía, y como supuse, su respuesta es un grito que llama la atención del profesor y los demás alumnos que se vuelven a mirarnos. Dios Noah, ¿no puedes disimular un poco?

—Los de la fila del medio. —Noah y yo ponemos la vista al profesor que nos señalaba con el brazo y las cejas juntas, serio. —Wilde y Greene, dejad de hablar. Esto es una clase, si queréis estar de chachara, podéis marcharos.

Noah levanta la mano, pero no espera a que le de permiso para decir lo siguiente:

—Hombre, si usted lo dice pues nos vamos. —Noah hace el amago de levantarse y como si pensara marcharse de verdad, empieza a recoger sus cosas y a guardarlas en la mochila. Yo aún seguía en estado de shock por el valor de mi amigo—. La verdad es que me viene en camino un paquete de Amazon prime y quiero estar en casa para recogerlo. —Toda la clase suelta una risotada con eso último que ha dicho, pero este me mira a mí y dice —: ¿Nos vamos madame?

Me tiende la mano abierta como el príncipe de un cuento a la princesa para sacarla a bailar y como si me hubiera hechizado, yo la acepto y recojo las cosas al igual que él. Estaba segura de que el profesor Harold estaría rabioso y echándonos una mirada de esas fulminantes que él siempre tenía. Noah y yo bajamos las escaleras que había para subir a los pupitres del fondo con los ojos de todos nuestros compañeros puesta en nosotros, y este me rodea los hombros con su brazo cuando pasamos por al lado del profesor.

El latir de un corazón roto #1 SERIE AM✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora