CAPÍTULO 13

242 11 0
                                    

Daphne 

Después de nuestra charla, pedimos algo de cenar y nos pusimos a hablar los tres un poco.

—Entonces ¿cómo os conocisteis? —preguntó Zed.

—Pues yo fui a un bar con un amigo y...

—Me la encontré en el bar, y me gusto— me interrumpió Aquiles con una sonrisa torcida—. Me acerqué a ella y supe que era diferente a las demás y eso me acabó de atraer. La llevé a su apartamento y a los dos días ya estaba en su cama— me miró con la comisura derecha levantada.

Le pegué en el hombro, ya que estábamos en el sofá cenando y él estaba a mi lado. Ambos se rieron de la situación y me uní a ellos.

—Pues no sé qué le has hecho, pero es diferente contigo— comentó Zed.

—Me ha hechizado— me miro Aquiles.

—Soy una bruja— le saqué la lengua para seguirle el rollo.

—No, te recuerdo que me dijiste que eras una Diosa, que no te lo niego, porque levantas cosas sin...— no dejé que acabara porque me levanté y me abalancé hacia él, tapándole la boca con mis manos para que no continuara.

Acabé encima de su cuerpo, mientras él se reía, aun con mis manos tapándole la boca y yo le miraba con advertencia.

—¡Ay! —grité cuando me mordió la mano y se la quité de la boca.

Le miré y vi como su rostro enmarcaba una sonrisa maliciosa. No sé qué estaría pensando en esos momentos, pero sé que nada bueno.

Me fui a levantar, pero sus manos me sujetaron de las caderas.

—No te vas de aquí— me sujetó contra él.

—Estamos con Zed ¿sabes? — le comenté con una sonrisa.

—¿Y qué?

—Maleducado.

—Tonta

—Idiota.

—Diosa.

Reprimí una risa en cuanto escuché llamarme por aquel término. Con Aquiles me olvidaba de todo. Solo estábamos nosotros, incluso me olvide que en el sofá de enfrente estaba Zed con el teléfono en sus manos.

Solo me podía concentrar en los ojos de Aquiles, en su atractivo, en su olor y en su tacto contra mi piel que me producía chispas eléctricas que encendían cada una de mis terminaciones nerviosas.

—Creo que me voy a ir yendo— interrumpió el momento Zed que nos miraba con una sonrisa.

—Oh. Lo siento, no hace falta que... —intenté levantarme del regazo de Aquiles, pero este me lo volvió a impedir.

—No tranquila. Os dejo solos, mañana os llamo— dijo y le sonrió a Aquiles que este se la devolvió.

Poco después escuchamos la puerta cerrarse y el silencio se estableció en el apartamento.

Me giré para encararlo y me topé con la mirada gris de Aquiles que me hacía perderme en ella.

—Hemos hecho sentir incómodo a tu amigo— le comenté, mientras me acomodaba en su regazo.

—Me da igual— se encogió de hombros y me rodeó la cintura con sus brazos atrayéndome hasta él, pegando nuestros pechos.

No me acostumbraba a la cercanía con Aquiles. Su mirada y su rostro imponente me ponía nerviosa. Su tacto y la manera en la que me miraba hacía que mi corazón latiera rápidamente.

HAZLO CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora