CAPÍTULO 8

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Daphne 

Era jueves. Desde el día en que pasó todo eso con Luke, no había vuelto a salir. Pedía la compra online incluso para no salir. 

Me sentía humillada y asqueada. No quería salir con el pómulo morado y que la gente me mirase con pena o con extrañeza.

Nunca pensé que llegaría a ser víctima de agresión, porque eso fue lo que pasó. Siempre había defendido a Luke y él nunca se había mostrado así conmigo, por eso no me lo acababa de creer.

Odio dar pena a la gente, por eso no salí. No hablé con nadie ni  fui a trabajar. Le dije a la empresa que necesitaba unos días porque estaba enferma y sin dudarlo, me los concedieron.

No hablé con nadie. Sabía que me habían llamado, porque al segundo día ya tenía llamadas de Derek y de Alex, pero no les contesté y decidí apagar el teléfono.

Sinceramente, no hice nada en todos estos días. Me levantaba a comer, si es que me entraba algo, me tomaba las pastillas cada vez que me empezaba a dar un ataque, y si me apetecía leía un poco. Pero lo que haacía más, sin duda, era estar en mi cama e intentar dormir.

Básicamente hacía eso para no tener que pensar y dejar que mi cabeza esté en paz, porque si no, todo empeoraría.

La verdad es que el morado del pómulo había mejorado, de hecho, ya estaba un poco más verdoso, pero dolía demasiado. Ni siquiera me miraba al espejo porque no podía. No tenía las fuerzas suficientes para hacerlo. Es que todavía no me creía que esto me hubiera pasado a mí. 

Y me da rabia que haya gente que ha tenido que pasar por esto y muchísimo peor.

Un rato antes pedí por internet algo de comer. Estaba un poco más animada que los días anteriores y estuve pensando en si apuntarme a terapia o no.

Sabía muy bien que podía recaer y eso era lo último que quería. 

Además, ir al psicólogo no es malo, es más, a mí me gusta y me ayuda a despejarme.

Decidí ponerme a leer un rato mientras esperaba al repartidor, que no creía que tardara mucho en llegar. El dia anterior, como no quise darle mucho tiempo libre a mi cabeza para pensar, recogí todo el apartamento que lo tenía hecho una mierda y lo desinfecté. También tiré y destrocé todas las cosas que tenía con Luke, desde su ropa hasta fotos que tenía en algunos marcos.

Solo quería volver a estar bien, preparada para retomar de nuevo mi vida, porque esto era lo último que quería. Pero no me hacía gracia ir con un morado en el pómulo y escuchar a la gente preguntarte «¿Qué te ha pasado?» o que te miren de aquella manera tan odiosamente juzgadora.

Sin Luke, sentí como se me iban un peso de encima. No quiero decir que él lo fuera, que sí que lo fue un poco, pero me refiero a que, ahora podía ser yo cien por cien, y no iba a dejar que nadie me lo impidiese.

Dejé de leer en cuanto sonó el timbre de mi piso. Tenía muchísima hambre porque tenía que reconocer que los últimos días apenas había comido algo, porque mi estómago se negaba a hacerlo, y si lo hacía, acababa vomitando.

Pero como he dicho, ya me sentía un poco mejor.

Tantos años de terapia, de algo habían servido, porque en vez de deprimirme más y comerme la cabeza, estaba intentando salir de esa oscuridad que amenaza con comerme.

Me levanté del sofá, dejando encima de la mesita del salón el libro que estaba leyendo y la manta, y me envolví el cuerpo con un cárdigan, ya que hacía un poco de fresco, para dirigirme hacia la puerta, que desde que Luke se fue, siempre estaba cerrada del todo, con llave y con todo.

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