Daphne
Ya era lunes.
Otra semana más.
Esperaba poder llevar una vida normal y poderla combinarlo con la investigación y el entrenamiento. No quería altercados ni nada por el estilo. Solo ser normal por una vez.
Cuando me desperté, estaba sola en la cama. Ayer tuvimos una noche muy movidita, y la verdad es que estaba bastante destrozada, pero feliz.
Decidí ir al baño y me duché. En cuanto acabé, me rodeé el cuerpo con una toalla blanca y el pelo con otra. Estaba feliz de poder vivir con Aquiles. Estaba demasiado contenta y no me lo podía creer.
Fui a la habitación y entré al vestidor. Decidí coger una camisa de Aquiles y me la puse. Después fui a peinarme el pelo y, de paso, me lavé los dientes y me puse mis cremas. En cuanto acabé, más feliz que una perdiz, bajé por las escaleras. Un buen olor empezó a llegar a mis fosas nasales, y mi sonrisa se amplió en cuanto vi a mi chico cocinando.
Estaba de espaldas a mí, así que, en silencio, me acerqué a él y le rodeé el torso con mis brazos y le dejé un beso en la espalda.
—Buenos días, dormilona— miró por encima de su hombro.
—Buenos días— me puse de puntillas y le di un beso en la mejilla y sonreí.
No podía aguantar la felicidad que sentía dentro. Quería despertarme cada día junto a Aquiles y que cada mañana fuera como esta.
Con estos pequeños momentos yo ya estaba feliz.
—Te veo feliz— dijo.
—Es que estoy demasiado feliz.
—Me encanta verte así— se giró y me rodeó la cintura con sus brazos.
—Espero que cada mañana sea así— susurré.
—No lo dudes, mi amor— dijo con una sonrisa que me volvía loca.
Se agachó un poco y me besó. Disfruté del beso como nunca. Podía pasar el tiempo que hiciera falta, que cada vez que Aquiles me besara, seguiría sintiéndome como una adolescente.
Me quedé abrazada a él mientras acababa de preparar el desayuno: tortitas y un café. Todo tenía muy buena pinta, y parecía que a Aquiles se le daba bien cocinar. A mí, por lo contrario, de vez en cuando me salía algún plato aceptable.
Siempre tiene que haber alguien que sepa cocinar en la pareja ¿no?
—Vamos a desayunar— dijo en cuanto acabó de servir los desayunos.
Lo seguí hasta la isla de la cocina y me senté donde él me colocó el plato. Encantada, le sonreí.
—Te queda mejor a ti mi camiseta que a mí— susurró dándome un beso en la mejilla y estirando de mi taburete para acercarme a él.
—A mí me gustas con traje— le sonreí.
—Me he dado cuenta— se rio.
Sí, es que cada vez que lo veo en traje, no puedo evitar mirarlo con lujuria, y admirar su cuerpo bien formado. Le queda tan bien y está tan atractivo que es imposible apartar los ojos de él. Normal que cada vez que va a la empresa todas se lo comen con los ojos, cualquiera lo haría.
—Mmmm...—gemí de placer. Que rico el desayuno. Si que se le daba bien cocinar.
—¿Te gusta? —me preguntó sonriendo.
—Demasiado— le sonreí.
No sé cuántas veces había dicho que estaba feliz, pero es que no podía parar de pensarlo. No me creía que esta era mi casa a partir de ahora y que la estaba compartiendo con el hombre que más quería en este mundo. Parecía todo tan surrealista. Dentro de tanta tormenta, esto, era un rayito de luz.
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HAZLO CONMIGO
RomanceDaphne Fox vive en Nueva York después de haber perdido a su familia en un accidente muy trágico que le dejo consecuencias. Ella sintió que estaba sola hasta que lo conoció. Aquiles Price, un hombre frío e imponente, de hielo, entrará en su mundo pa...