CAPÍTULO 32

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Daphne

Después del día de ayer, estábamos los dos demasiados cansados. Fue agotador y volví a sentir miedo. Las personas que nos estaban arruinando la vida nos habían visto, habían estado a unos metros de nosotros. Podíamos haberlos pillado y acabado con toda esta locura.

Me dio rabia no haberlos cogido porque eso significa que ellos saben siempre donde estamos y me da miedo. No me siento segura yendo por la calle sola. Menos mal que Aquiles y Zed me entrenaron como los miembros de la OFSP, aún tengo mucho que aprender, pero sé defenderme.

Hoy tenía mi cita con el médico. Concretamente con el ginecólogo porque mi problema tenía que ver con el periodo. Aquiles, cuando me desperté ya había preparado el desayuno y había dado de desayunar a Cronos. Cuando acabé de desayunar me fui a vestir. La cita no la tenía muy tarde porque así podía ir después a trabajar.

—¿Seguro que no quieres que te acompañe? —me preguntó en cuanto volví a bajar.

—No hace falta —le sonreí para tranquilizarlo —Solo es una visita. Cuando salga te llamo.

—Está bien, si me necesitas me llamas y voy.

Me puse de puntillas y le di un beso. Me encantaba que se preocupara por mí, pero ahora sabía que no estaría tranquilo durante toda la mañana. Me despedí de él y de mi perrito que ya estaba cómodo entre nosotros.

Bajé en el ascensor hasta el subterráneo y me subí a mi coche. Dios, me encantaba mi coche, como lo había echado de menos. Me preparé y puse rumbo a la consulta. Por el camino me puse música y disfruté de la conducción. Durante toda la noche no me había dolido la barriga ni había vuelto a sangrar, cosa que es raro, pero para eso iba a la consulta.

Cuando llegué, aparqué y me bajé. La consulta del ginecólogo estaba en la cuarta planta así que subí. Me encontré con una embaraza y sonreí. Estaba bastante feliz, seguro que era su primer hijo, parecía muy joven. Cuando las puertas se abrieron la sala de espera se hizo presente. Muchas mujeres, algunas embarazadas y otras no, estaban esperando. Me asomé a la recepción donde una chica mayor me atendió.

—Buenos días, tenía hora con el doctor Pierson.

—¿Es usted Daphne Fox?

—Sí.

—Espere en la sala, en unos momentos le atenderá.

Me senté a esperar con las otras mujeres. La verdad es que yo venía bastante regular al ginecólogo. Siempre iba bien venir. Una vez al año mínimo. El doctor Pierson no era muy mayor, unos cuarenta años más o menos, llevaba conmigo desde que empecé a ir hacia unos seis o siete años. Siempre hemos tenido mucha confianza y para mí es el mejor.

—Daphne Fox, el doctor Pierson la espera en la sala tres.

Me levanté y caminé a paso decidido hasta la puerta con el número tres. La abrí y un señor rubio, alto y fuerte estaba sentado en el escritorio tecleando en el ordenador. Sonreí y me acerqué a él.

—Hola— le tendí la mano y él la aceptó contento.

—¿Cómo estás, Daphne?

—Bueno, te diría que bien, pero últimamente no sé qué le pasa a mi periodo.

Dejé el bolso a mi lado y me acomodé en la silla. Él se puso serio y me miró esperando a que le contara.

—Mi pareja me ha dicho que últimamente estoy más cansada de lo normal y ayer, por ejemplo, vomité y me dolió mucho el bajo vientre, después fui al baño y vi que manché. Nunca me había dolido tanto la regla ni había vomitado.

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