Me desperté con el sonido de una llamada entrando a mi teléfono. Rápidamente, intenté ajustar mis ojos a la luz que entraba por los ventanales, y fui corriendo hasta mi móvil. Zed me estaba llamando.
—¿Hola?— respondí, aun un poco dormida.
—En media hora en el vestíbulo.
No me dijo nada más. Colgó. Miré la hora en el móvil y me di cuenta de que eran las ocho de la mañana. Me giré de nuevo para mirar a la cama, y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba sola. No había nadie más en la habitación. Juraría que ayer Aquiles entró, pero puede que lo haya soñado. Ya no sé ni que pensar.
Sin perder más tiempo, fui al baño. Pero entonces recordé que la maleta estaba en la habitación de los chicos, ya que yo la compartía con Aquiles. Al salir del baño fui a por mi teléfono para abandonar la habitación, pero entonces la vi. La maleta estaba en la entrada, al lado de la puerta. Eso significaba que Aquiles sí que había entrado.
Corrí a la maleta y saqué las prendas que me iba a poner hoy. No me comí mucho la cabeza, prefería ir cómoda. Me puse una camiseta negra con unos vaqueros también negros y un jersey encima. Hacía frío. Me volví a hacer la coleta, un poco de perfume y lo último fue ponerme las botas. No me dio tiempo de más, porque ya se me estaba pasando la media hora, y no había tiempo que perder. Cogí mi abrigo y mi bolso, y salí de la habitación. Fui al ascensor y acabé de arreglarme en él. No iba nada mal para ser algo sencillo. Menos es más, o eso dicen...
Cuando llegué al vestíbulo, me los encontré sentados en unos sillones, con el móvil en la mano y hablando, serios. No me imaginaba como habían dormido juntos, solo de pensarlo, me entraba la risa. Me acerqué a ellos y me paré entre los sillones.
—Buenos días —les sonreí.
—Buenos días, preciosa —me respondió Zed.
Aquiles ni levantó la cabeza de su teléfono.
—¿Vamos? —fue lo único que dijo.
Asentimos y los tres salimos del hotel. No tenía ni idea de a dónde íbamos. Supongo que ellos ya habían investigado donde se encontraban.
—Vamos a las oficinas de tu ex —me comentó Zed—. Los dos han cogido el coche y se han ido. Ninguno ha vuelto a recibir mensajes. Solo Luke de empleados, así que son mensajes de trabajo, nada importante. Y Rebeca, nada.
Una vez informada, fuimos hasta los coches. Estábamos aparcados juntos así que no nos separamos hasta el momento de subir en el coche. En ese momento, me sentí indecisa. No sabía si irme con Zed o quedarme con Aquiles. No me apetecía mucho discutir con él de buena mañana, y para que las cosas estuvieran tensas, tampoco me apetecía.
Pero en verdad yo quería pasar tiempo con Aquiles. Puedo estar muy enfadada, pero lo quiero con locura. Lo quiero de todas las maneras, incluso quiero a su ego y sus pataletas. Lo quiero.
Me subí en el coche de Aquiles y me puse el cinturón. Una vez que Aquiles arrancó el coche, puso el GPS y condujo hasta las oficinas. No me dijo nada, ni buenos días ni nada. Si él no me hablaba, yo tampoco. Quería seguir enfadado, pues allá él. Yo también podía ser igual que él. Así que nos pasamos todo el viaje sin dirigirnos la palabra. Solo me giré un par de veces para mirarlo. Hoy también iba muy guapo. Llevaba unos vaqueros negros, unas deportivas y una camiseta verde militar. Sus gafas de sol no fallaron y me hizo ilusión saber que aún llevaba el reloj.
Hoy era domingo, así que no había mucha gente por las calles de Boston a esta hora. La empresa de Luke abre todos los días. No paran ya que son una de las empresas más importantes del país. No sé mucho más, solo que es de económicas o algo así. No prestaba mucha atención cuando me contaba cosas de su trabajo.
ESTÁS LEYENDO
HAZLO CONMIGO
RomanceDaphne Fox vive en Nueva York después de haber perdido a su familia en un accidente muy trágico que le dejo consecuencias. Ella sintió que estaba sola hasta que lo conoció. Aquiles Price, un hombre frío e imponente, de hielo, entrará en su mundo pa...