CAPÍTULO 29

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Habían pasado dos semanas desde que habíamos llegado del hospital con Aquiles. La verdad es que me había dejado cuidarlo muchísimo y había hecho todos los ejercicios de rehabilitación que le mandó el doctor.

Ahora estaba mejor, aún tenía el hombro un poco dolorido y no podía cargar peso, y su pierna ya no necesitaba llevar muleta. Él dijo que estaba mejor, pero yo seguí insistiendo en que fuese con cuidado.

Durante estas semanas había hecho yo las comidas y me habían salido decentes, no como cuando las hacía él que le quedan exquisitas, pero lo había intentado. También me había dado tiempo de sacar todas las cosas de las cajas y empezarlas a colocar por el apartamento. Ya iba pareciendo más una casa y no tanto una revista. Con nuestras fotos y objetos personales estaba más cálida.

Yo empecé a ir a trabajar después de tres días de que llegásemos. Le dejaba todo preparado y le hice prometerme que no haría ninguna estupidez mientras se quedaba solo. Confié en él, así que esperaba que no hubiese hecho nada. Aquiles empezó a trabajar hacía unos cuatro días. Había ido directamente a la OFSP para solucionar unos asuntos, sobre todo para investigar con Zed. Ahora sabíamos que muy probablemente la persona que estaba haciéndonos todo esto, trabajaba allí. Eso podía ser un dato a favor nuestro.

Ellos no me dejaron ir, no me dejaron investigar. Dijeron que necesitaba un poco de tranquilidad en mi vida. Les dije que podía estar unos días sin investigar, pero que no me iban a apartar. Sí que me había estado yendo genial volver a trabajar y estar con mis amigos, pero en el fondo sabía que necesitaba investigar y acabar con esto.

Aquiles me compró un móvil nuevo y me cambió de número de teléfono. En estas dos semanas no había recibido nada. Después del viaje pareció que todo había parado, pero nosotros seguíamos investigando.

Acababa de despertarme cuando Aquiles apareció por la puerta del baño con una toalla rodeando su cintura. Gotas de agua caían de su pelo y se deslizaban por su torso bien formado y lleno de tatuajes. Me quedé mirándolo fijamente y sonriendo. ¿Cómo podía haber tenido tanta suerte?

Aquiles levantó la cabeza y me miró. Sonrió al verme despierta y se acercó, sentándose en el borde.

—Buenos días— se agachó y me besó —Espero no haberte despertado.

—Buenos días— sonreí —Me he despertado solita.

Con Aquiles me sentía como una adolescente. Estaba demasiado enamorada. Era verlo y una sonrisita se me escapaba sin quererlo. Y aunque pasara el tiempo, seguía sintiéndome igual que la primera vez que lo vi. Seguía poniéndome nerviosa e ilusionada.

—Hoy voy contigo a la editorial— me informó —Así te llevo y dejas de ir en taxi.

—Si solo lo haces por eso, no pasa nada. Ya me he hecho amiga del taxista— le sonreí.

—Me lo imagino, pero tengo que ir también a arreglar unas cosas.

Con eso, se levantó de la cama y fue al vestidor. Lo seguí con la mirada. Desde donde estaba yo, podía ver el vestidor entero, así que me quedé mirando cómo se cambiaba. Cogió dos trajes, uno azul oscuro y otro gris claro. Primero se quitó la toalla que rodeaba su cintura y se me empezó a caer la baba. Me miró y me sonrió, arrogante. Se puso unos boxers y luego cogió una camisa blanca. Me levanté y me apoyé en el marco de la puerta.

—¿Cuál me pongo? —se giró con dos pantalones en su mano.

—Pues no lo sé, los dos te quedan genial— le sonreí y me acerque a él —Pero creo que el azul oscuro te sienta mejor.

—Pues el azul oscuro.

Empezó a ponerse el pantalón que le quedaba perfecto. Seguro que estaba hecho a medida porque le hacía un culo...Me acerqué un poco y empecé a atarle los botones de la camisa. Sabía que me estaba mirando fijamente, como siempre hacía, y eso solo aumentó mis nervios. Cuando acabé, me separé y dejé que él se la colocara por dentro de los pantalones. Realmente le quedaba demasiado bien el traje.

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