CAPÍTULO 19

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Daphne

Me desperté con los primeros rayos de luz que se colaban por la ventana de la habitación de Aquiles. Su brazo rodeaba mi cintura, atrayéndome hacia él, pegando mi espalda a su pecho desnudo y cálido, mientras nuestras piernas seguían entrelazadas. Nunca había dormido tan bien.

Después de lo que pasó ayer, estar con Aquiles ahora era lo que necesitaba. Él me había ayudado a dejar de pensar en aquello, pero aun así seguía presente en mi mente, aunque intenté mantenerlo al margen para poder disfrutar de estos momentos con Aquiles.

Sentía que ayer fue el peor y el mejor día de mi vida. Igual exageraba un poco, pero de verdad que fue lo que sentí. Tenía la cabeza hecha un lío. Por fin tenía a Aquiles conmigo, pero ya con una etiqueta.

Sabía que él se negó completamente a este tipo de cosas, y que ayer se abriera conmigo sobre sus sentimientos hacia mí me hizo sentir especial, como siempre cuando estoy con él.

Creo que él dio un paso hacia delante, y sabía que tiene que ir poco a poco, tampoco le iba a pedir que me bajara la luna, porque sabía que Aquiles no era de ese tipo de personas. Tiempo al tiempo. Solo quería que esto funcionara. Necesitaba que así fuera. Ahora mismo mi único apoyo y en el cual confiaba era el hombre que me mantenía pegada a él.

Suspiré y me centré en este momento. Estaba en la cama de Aquiles. Igual muchos pensarían que estoy loca o incluso que soy una arrastrada por volver con el hombre que se tiró a una chica delante de mí y que me trató fatal. Pero ¿qué voy a decir? Perdono, pero no olvido. Yo también tenía que aprender a confiar en él, porque ahora más que nunca, no quería que esto se fuera a la mierda porque haya algún tercero por en medio.

Creo que ambos lo hicimos mal, y la vida son dos días. No me podía pasar odiando -que en verdad era imposible hacerlo- a la persona que quería. Sabía que esta relación no iba a ser perfecta, pero mientras lo tuviera conmigo todo estaría bien.

Eso sí, yo perdoné lo de esa chica porque en aquel momento no teníamos nada serio, pero si me lo hacía estando juntos, no respondía a mis actos...

Cogí su mano y entrelacé nuestros dedos. Siempre me ha gustado cogerle la mano y jugar con sus dedos, mirar los tatuajes que adornan su mano, su brazo y su pecho. Tiene demasiados como para contarlos y probablemente la mayoría ni tengan significado, solo por pura estética.

Su mano comparada con la mía es enorme y me encanta. Sonreí como una tonta enamorada mientras jugueteaba con su mano. Su brazo me apretó más contra él y su cabeza se colocó en el hueco de mi cuello. Su nariz rozaba mi piel, y eso hizo erizarme. Sentirlo tan cerca, tan real, era...increíble. Su respiración pausada rebotaba contra mi cuello, su brazo me retenía contra él, y sus labios empezaron a besar mi cuello.

No necesitaba más, yo ya estaba caliente. Lo deseaba demasiado. No me controlaba cuando se trataba de él.

Parezco una adolescente con las hormonas revolucionadas.

Eso me provocaba Aquiles. Él tampoco se quedaba atrás. En mi trasero empecé a notar como su miembro se endurecía. Me encantaba saber que provocaba en él lo mismo que provocaba en mí.

—Buenos días, Diosa— susurró con su voz ronca.

—Buenos días— le contesté más feliz que una perdiz. Dios, ojalá estar así toda la vida. Sin salir de la cama, solo nosotros dos, disfrutando de las caricias y besos, hablando y riendo. No quería nada más en esta vida.

—¿Te gusta mi mano? —me preguntó colocando su cara al lado de la mía. Su mejilla rozaba la mía, y juro que ese simple gesto hizo que mi corazón se deshiciera un poquito.

HAZLO CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora