CAPÍTULO 17

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Daphne

Llevaba una semana en casa de Derek.  Volvía a ser lunes. No había sabido nada de Aquiles desde que me fui. Derek se pasó todos los días conmigo, hablando y haciéndome reír.

Le expliqué un poco lo que pasó, pero obviamente no se lo expliqué todo. Aun así, estuvo conmigo. Hablamos de todo, cocinamos juntos, leímos, vimos películas y series, cantamos y bailamos a todo pulmón, pero sobre todo nos lo pasamos genial y me había ayudado a olvidarme de todo.

Tenía que volver ya a mi apartamento porque me sabía mal estar tanto tiempo con Derek. Además, habíamos estado durmiendo juntos en la misma cama porque solo tenía una habitación, y aunque insistió en que él dormiría en el sofá, yo no le dejé. Era su casa y en todo caso tendría que ser yo la que durmiese en el sofá, pero él tampoco me dejaba, así que al final acabamos juntos en su cama.

La verdad es que echaba de menos hablar con Aquiles y contarle todo lo que me pasa, pero se me pasaba cuando recordaba haberlo visto tirándose a otra delante de mí.

No lo odiaba porque no podía hacerlo. Aquiles me hacía sentir diferente, especial. No le importó saber que estuve en un psiquiatra, tampoco que tuve depresión o que intenté suicidarme. Quiso saber todo sobre mí, que le contara mis problemas porque él quería ayudarme. Me hacía sentir la chica más afortunada y más feliz por tener a alguien como él de mi parte. Aquiles me miraba diferente, y me gustaba como lo hacía. Siempre que estaba con él se me aceleraba el corazón, me ponía nerviosa y mi respiración me jugaba malas pasadas. Mis manos picaban por sentirlo y mis labios buscaban los suyos como si fuesen imanes.

Me daba rabia que todo se hubiera ido a la mierda por una tontería, porque eso es lo que fue. Solo quería ayudar en mi investigación. Creo que era entendible que quisiera hacerlo, al fin y al cabo, va sobre mí.

Esa mañana entraba antes que Derek así que me llevé mi coche. No tardé mucho en llegar. La empresa ya llevaba media hora en funcionamiento y se notaba la buena energía que conseguimos mantener todos los trabajadores, así daba gusto venir a trabajar.

—Buenos días, Ness— saludé a mi secretaria en cuanto pasé por delante de su escritorio.

—Buenos días, señorita Daphne. Tiene un sobre encima de la mesa— me informó. Asentí y abrí mi despacho.

Amo mi despacho. Dos de las cuatro paredes que rodean mi despacho son grandes ventanales permitiendo que, entre muchísima luz, después tengo otra pared que es una estantería llena de libros junto a dos sillones y un sofá, con una mesita de centro y una alfombra, y luego tengo mi escritorio con mi ordenador, de madera. Me encantaba que estuviera todo bien recogido.

Dejé mi bolso y chaqueta en el perchero y saqué el móvil antes de sentarme tras el escritorio. Siempre lo primero que hago es encender el ordenador para revisar correos, y eso es lo que hice.

Me acomodé en el asiento y observé el sobre que había encima del escritorio. Ponía mi nombre en mayúsculas. No era un sobre muy grande. Lo abrí y me encontré con una llave, más concretamente, la llave de mi apartamento, la nueva. Había una pequeña nota así que decidí leerla.


Aquí tienes la llave de tu apartamento. Solo hay esta copia, me he encargado de que así sea, también he puesto más seguridad para que no sea tan fácil abrirla. No te la he podido dar antes porque dijiste que no querías volver a verme, y lo entiendo, así que he venido a primera hora a dejarla. No hablaré más contigo y cuando sean asuntos de empresa haré a otro que te haga llegar la información.

Adiós, Daph.


Mi corazón se aceleró. Sabía que es de Aquiles. ¿Cómo solo leyendo una carta se me aceleraba el corazón? Aquiles causaba más reacciones en mí de las que debería...

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