CAPÍTULO 28

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Daphne

Zed hace un rato se fue a por algo de comer. Los dos necesitábamos reponer fuerzas. Llevábamos ya unas horas en la habitación, esperando a que Aquiles despertara. La enfermera nos dijo que no estaba nada mal, solo que el sedante era bastante fuerte y le costaría un poco más despertar. Ya era de noche casi, llevábamos todo el día, pero daba igual.

Yo no me había separado de él, y Zed tampoco. Llamó a su abuelo, porque es el único que se preocupa por Aquiles. Nos dijo que vendría en cuanto pudiese y se que en menos de una hora llegará. Su abuelo lo quiere mucho y me alegro de que tenga un familiar como él.

Zed insistió en que fuese a cambiarme por lo menos, pero no pude abandonar la habitación. Tenía la ropa manchada con la sangre de Aquiles, el pelo conseguí peinármelo, pero por lo demás, parecía un desastre.

—Hola— entró Zed con dos bolsas de comida y una sonrisa.

Después de todo lo que había pasado, estábamos bien. Aquiles estaba bien. Nos dijeron que podía haber sido mucho peor, pero fue gracias a Aquiles que no fue a más. Cuando vio que no podía controlar el vehículo, frenó y por esa razón el impacto no fue tan duro. Si no, podría haber sido mucho peor.

—Hola— le sonreí desde mi silla.

—Te he traído algo de comer— me entregó una bolsa y se sentó en la otra silla —¿Todo sigue igual?

—Sí. Ha pasado hace un momento la enfermera para comprobar que todo fuese bien, y ha dicho que lo único que podemos hacer es tener paciencia.

Solté la mano de Aquiles por primera vez desde que habíamos llegado, y comí el bocadillo que había comprado mi amigo. Nos pusimos los dos a hablar de como parar esto, porque se nos estaba yendo de las manos.

Zed intentó hablar con los policías para saber algo del coche, pero fue robado y el conductor del vehículo murió en el acto. Tampoco lo han reconocido. No tiene familiares ni conocidos, así que es una persona fantasma. Básicamente, no tenemos nada. Pero sé que no ha sido un accidente, y Zed también lo piensa.

—¿Sabes algo de su abuelo?

—Hace una hora había cogido su avión privado, así que estará aquí en nada.

Me tranquilizaba saber que por lo menos alguien familiar estaría con él. Sé que Aquiles cuando despierte querrá vernos a nosotros, pero considero que su abuelo tiene derecho a saber lo que le ha pasado a su nieto.

Siempre me ha caído bien.

Cuando acabé de comer, me levanté un momento para tirarlo a la basura y después me volví a sentar. No me iba a separar de él. Fue una promesa que me hice. Solo me separaré si él quiere alejarse de mí. Si no, me mantendré a su lado, siempre.

—Hola, chicos— una voz masculina entró por la habitación.

Como estaba de espaldas, me tuve que girar y nada más hacerlo, sonreí. El abuelo de Aquiles acababa de entrar a la habitación. Robert siempre se ha ganado mis respetos, es un increíble empresario, y no sé si lo he dicho alguna vez, pero es también un increíble escritor.

Me levanté rápidamente y me acerqué a él. No me dijo nada más, solo me rodeó con sus brazos y me atrajo hasta él.

—Cielo, Aquiles es un suertudo— susurró mientras me abrazaba.

—La suertuda soy yo— le respondí.

Me separé un poco y me cogió de las mejillas. Me sonrió y me besó la frente. Desde que lo conozco siempre se ha portado genial conmigo, y el tiempo que estuvo en la editorial antes de jubilarse, siempre fue una figura paternal para mí. Siempre me ha ayudado muchísimo y le tengo muchísimo cariño.

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