Capítulo 25

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Voy a responderle de una forma poco amable, pero el profesor Lake se acerca.

—Oh ¡Hola señorita Anderson y señorito Lance! Que bueno encontrarlos a los dos aquí —dice animado—. ¿Vieron cómo ganó el equipo?

Automáticamente otro nudo se forma en mi garganta y bajo la cabeza. Siento los ojos de Eric encima de mí.

—Si —responde frío Eric, su mirada sigue puesta en mí, con las manos en los bolsillos de los vaqueros que trae puesto.

—Tengo buenas noticias —nota cómo me mira Eric—, como la señorita Anderson ha estado muy aplicada con sus notas y ha salido bastante bien, ya no tienes por qué seguir dándole tutorías, Eric. Igual con las actividades extra, ya no harán falta, aunque claro, tienes la opción de seguir en el programa de limpieza.

Quiero celebrar, gritarle al mundo, beber hasta desmayarme, cantar hasta que la garganta se me desgarre, pero no puedo. No puedo por lo que acaba de pasar y me tiene decepcionada.

Lance, nota que no puedo hablar así que él decide responder.

—Gracias Sr Lake —contesta otra vez con su mirada en mí—, buenas noches -da por terminada la conversación.

El señor Lake se despide y nos volvemos a quedar los dos solos.

Mi mirada sube un poco y se va a su muñeca con el tatuaje de "Freak" veo la escritura con letras de distintos tamaños y da la ilusión de que ha sido escrito por un niño, se ve que es apropósito.

La brisa fría choca contra mi, cruzo mis brazos y me doy un poco de calor, miro hacia el estacionamiento y decido irme.

Doy tan solo dos pasos cuando él me agarra del brazo.

—No te vayas —dice suave—, por favor, ¿Qué ocurrió?

Dios mío, ¿Por qué tiene que portarse tan tiernamente cuando menos lo necesito?

Cierro los ojos, inhalo y exhalo por la boca. Los abro cuando siento cómo me pasa por encima la chaqueta de cuero que trae puesta.

—No ocurrió nada, Lance —digo suave yo también.

—Ocurrió algo porque tienes la cara y los labios hermosamente hinchados y eso solo te pasa cuando... —se da cuenta de lo que dijo y yo ladeo la cabeza intentando no reírme—... Lloras.

Siento mariposas en el estómago. Pasa su mano por su cara y se acaricia el entrecejo, se ríe y yo también empiezo a reír.

—Eso fue tierno —digo entre pequeñas risas.

—Silencio, hipócrita. Se supone que estoy intentando de descifrar que ocurrió contigo —vuelve al semblante serio poco a poco—. ¿Pasó algo con Ethan?

Mi sonrisa se cae de inmediato.

—Sí —decido no darle más vueltas al asunto—, pasó que tenías toda la razón, ¡felicidades! Fui una imbécil por creer que si era buena persona. Fui una imbécil por verle el lado bueno e ignorar lo malo. Fue una imbécil al creer que si sentía cosas hacia mí —lágrimas se empiezan a formar—. Fui una imbécil por dejar que en un punto estando con él me haya sentido insegura de mi cuerpo. Fui una imbé-

—¡Basta! —me interrumpe— No eres una imbécil, ¿¡ok!? No eres ninguna imbécil... —baja la voz.

Se acerca a mi poco a poco, puedo sentir su delicioso olor. ¿Puede un olor ser tan reconfortante pero sexy a la vez?

Pone sus mano en mis mejillas y limpia la lágrima que acaba de caer. Me siento tan pequeña frente a él, me siento tan vulnerable.

Miro directamente a sus ojos, ese aguamarina me trae loca. Es tan bonito. Tan brillante, tan vivo. Un calor recorre todo mi cuerpo.

The color in your eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora