Capítulo 50

135 8 0
                                    

Creo que se me olvidó mencionarles que antes de dormirnos, Eric dijo que iríamos a hacer ejercicio. Je, je, perdón.

Me remuevo de un lado a otro en la cama para desesperezarme.

—Mmm... —miro la hora en mi teléfono—. Eric —me recuesto en su espalda desnuda.

No se levanta. Salgo de la cama y me voy al baño para hacer mis necesidades. Luego de eso, me dirijo a vestirme.

Crap. Obviamente no tengo ropa aquí para hacer ejercicio.

Pienso en lo que voy a hacer. Está la opción de comprar o ir a buscarla en mi casa.

«La primera opción suena genial»

Comprar ropa, entonces. Sonrío a pesar de que nadie me ve y me dirijo a Eric.

—Eric —comienzo a darle besos por la espalda—. Despierta guapísimo durmiente —saca su cabeza de la almohada y trata de mirarme con los ojos somnolientos. Le sonrío y beso su mejilla—. No tengo ropa de hacer ejercicio, si no vamos ahora a comprarla, se nos va a hacer tarde —acaricio su espalda.

Mi novio me abre espacio en la cama y me invita a acostarme con él, acepto gustosa y dejo que me envuelva de sus fuertes brazos. Cada vez veo a Eric con más músculo.

Duramos unos minutos así hasta que me torno impaciente y le vuelvo a pedir que nos vayamos. No le queda remedio así que, se viste y salimos.

...

Entro feliz al gimnasio con mi nuevo top y leggin, es unicolor pero resalta con mi tono de piel.

Pesas, las máquinas esas para ejercitarse —que no sé como se llaman—, barras, mancuernas, y demás me dan la bienvenida a lo que es el gimnasio.

Fun fact, nunca había venido a uno. Yo soy, o era, de las que ponía de esos videos en YouTube en dónde no necesitas ningún implemento.

Hubo un una temporada en la que duré así como 3 meses, ¡y ya tenía al abdomen marcado! Bueno, no tannn marcado pero si se veía alguito, ustedes me entienden.

—Una vez te vi aquí —le menciono mientras dejamos nuestras cosas en un casillero.

—Bueno, vengo bastante seguido.

—Y vaya que lo he notado —le guiño el ojo—. Pero te vi cuando... Me habías dejado de hablar.

—Oh.

Nos acercamos a un pequeño espacio dónde no hay nada, me imagino que para calentar primero el cuerpo.

—Le dabas al saco muy fuerte. Te veías demasiado frustrado.

Recuerdos de esa vez vuelven a venir a mi.

—No la estaba pasando muy bien. Mi cabeza era un lío. Necesitaba algo con qué desahogarme.

—Y qué mejor manera que hacerlo golpeándole a un saco —respondo con una sonrisa.

—Exacto —me corresponde la sonrisa.

—¿Podemos practicar?

—¿Qué cosa?

—Con el saco, enséñame, yo también quiero darle unos buenos puñetazos —me trueno los dedos desafiante.

The color in your eyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora