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-¡Maldición!- Exclamo en un grito grave que resonó hasta por las copas de los viejos árboles del entorno.
Se habia levantado con ganas de morirse, pero, no podía hacer tal cosa y dejar a su hermana y sobrino en gestación solos. Trato de componer un buen plan para si mismo y hacer el encargo de su imbecil jefe y pedido en agonía por parte de su hermana menor. El no quería matar a más personas inocentes, el quería ser libre de esos pecados, pero, si lo dejaba de hacer lo matarían y talvez sus partes mutiladas se las darian de comer a los perros de raza de su jefe.
Trato con todas su fuerzas para abrir la reja del túnel por donde se escabulló algunas veces para cometer sus atroces crímenes y ahora iba por uno más.
El matar a una dama hermosa de lentes, que de a primera cuesta le parecía alguien tremendamente exquisita y más cuando la estuvo acosando en silencio por su habitación el día que llegó. Claramente le habia extrañado esa mujer y pues antes de cualquier cosa quería saber de quien se trataba. Volvió a maldecir a los aires mientras una débil lágrima salía de su ojo derecho, estaba más que exhausto, exhausto de esa mierda de vida, la vida de un miserable utilizado como trapo mal lavado.
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Se recomponia sobre la suave sábana mientras echaba unas dulces risitas contra la nuca de el. El trataba de besarla pero ella se lo impedía. Hasta que la tomo del rostro sampando sus labios en los de ella. Esta dejo de reír y entre un jadeo acaricio la espalda de el mientras con su otra mano libre empezaba a acariciar su rostro que no era más que suave comparado al algodón.
-Mi amor.- Susuro ella mientras se alejaba del rostro del hombre que tenía un débil sonrojo y así una sonrisa.
El no contesto a lo bello que es se escucho, solo la abrazo y la acerco a el para embriangandose con la fragancia de su piel y la suavidad de esta. Amaba con locura esa dama de cabellos cafés. Quería estar así para siempre con ella, desnudos en tranquilidad, paz y sobre todo confianza, algo que era digno de admirar en una relación.
Se mantuvo así por un buen rato, no sabía cómo podría llegar a amar los abrazos, si jamas le habían gustado o eso suponia. Hange había despertado algo en el que jamás creyó tener, algo encerrado en un cajón con cerrojos de hierro puro para nunca abrirse, pero como a muchos les pasa...el cariño les cambia.
Quito la sábana que los cubria y le miro a sus ojos grices. Estaba contenta porque ella había sido la del tremendo paso hacía la idea del matrimonio, cuando no sabia de donde carajos le habia salido esa idea que jamás habia rondado por su cabeza. Era muy rápido proponerse y más si ella era mujer, aunque valió una hectárea de bosque esa regla de que el hombre se debe de proponer.
Se aparto de el tomadole una mano y sacándolo de la cama entre sus desnudez, pero antes de querer besarle de nuevo sus labios que tanto urguian por contacto y volver a hacer el amor, y talvez esta ves en la bañera, la puerta de la habitación fue tocada y su momento de íntima privacidad se desvaneció.
Levi fruncio el seño y volteó hacia Hange apuntándole que se tapara o fuera al baño, ella solo tomó su camisón y ropa interior. El pelinegro se puso unos pantalones oscuros que dejó tendido en una silla y poniendoselos con rapidez fue a la puerta y quitando el seguro de esta, la cara arrugada de su tio fue la que se reveló ante el umbral. Levi hizo una pequeña mueca pero al notar las facciones de el, dejó de lado toda forma de insultarlo por llamar a la puerta cuado iba a entrar al baño y comerse viva a su mujer.
-¿Que pasa?- Pregunto con tono un tanto indiferente.
Kenny lo observo dudoso pero prosiguió.
-Levi por el bien de Hange y tuyo te tienes que ir.- Levi alzo las cejas, no le gustaba que le dijera eso, incluso presentía que se lo pediría.
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•⊰ 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐋𝐨𝐬 𝐏𝐚𝐬𝐢𝐥𝐥𝐨𝐬 ⊱•
Misterio / SuspensoSucesos escandalosos y sanguinarios, ocurren al rededor de Levi Ackerman, un hombre un tanto solitario dueño de un hotel a las afueras de un pequeño pueblo europeo, el cual se ve obligado a presenciar cosas inquietantes en su vida. ¿Quien es el cau...