6| Atrapada en una serie adolescente

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El edificio era más grande de lo que aparentaba

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El edificio era más grande de lo que aparentaba. Su diseño era moderno y abstracto. Soñaba con tener un instituto de esa clase y pensaba que solo lo iba a poder ver en películas y series. Pero allí estaba, en un lugar que parecía otro mundo para mí.

Owen me guio hacia un pasillo menos transitado. Las miradas seguían sobre nosotros. Los murmullos parecían escucharse cada vez más altos. Me sentía un bicho raro. Nos posicionamos detrás de los casilleros. Personas pasaban y silbaban.

—Vale, me iré a cambiar a los vestidores —indicó. Su voz sonaba seria y atenta —. En el segundo piso hay una sala de recepción, allí te dirán todo lo que tienes que saber. Cualquier cosa, llámame. Tienes mi número.

Se dio media vuelta pero antes de que pueda marcharse, lo detuve aferrando mi mano a su abrigo. Los ojos se Owen se encontraron con los míos, esperando a que hable.

—¿Nos encontramos en algún lugar? —pregunté.

No era que quería pasar tiempo con él, pero esto parecía otro planeta, y no lo quería experimentar sola.

El rubio se soltó de mí sin ser agresivo o brusco.

—En la case de anatomía. Es la que compartimos —comenta para luego irse sin mirar atrás.

Mi brazo cayó a mi costado y aferré mi otra mano a la correa de mi mochila. Miré a mi alrededor y quise quedarme allí hasta que suene el timbre. Sin embargo, mis piernas se movieron para las escaleras y comencé a preocuparme en que no se vea nada debajo de mi falda.

Para mi suerte en el segundo piso había menos tránsito de personas. Todavía no me acostumbraba a ver tantos rostros nuevos. 

—¡Hey, nueva! —gritó alguien detrás de mí. Detuve mi caminata y me giré viendo al rostro desconocido. Un chico rodeado por amigos, que también me miraban, llamó mi atención.

Fruncí el ceño.

—¿Qué? —traté de no sonar brusca.

El pelinegro sonrió de una manera que no fue de mi agrado. Conocía muy bien las intenciones detrás de esos dientes perfectos. Estar con mala compañía durante varios años me hacía darme cuenta de algunas cosas.

—¿Cuánto te pagan para que andes con ese fracasado, eh? ¿Acaso un Feller sabe que es un compromiso? —inquirió y sus amigos le dieron la razón riéndose.

¿Acaso estaba en una serie adolescente y no me había dado cuenta?

Alcé una ceja. Avancé a ese grupo y comenzaron a callarse a medida que me iba acercando. Una vez frente al pelinegro, que me llevaba una cabeza de alto, le sonreí.

—¿Cómo te llamas? —pregunté.

—Kant —pronunció con una arrogancia empalagosa.

Asentí con mi cabeza. Apoyé mi peso en una pierna y le acomodé el cuello de su camisa. Una de sus seguidores me empujó la mano para dejar de tocarlo. Reí.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora