12| Confesiones placenteras

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Clara

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Clara

Ese día me había levantado con el pie izquierdo por cuatro odiosas razones:

1. Tenía mi período y me dolía hasta las pestañas.

2. Había tenido un sueño húmedo y quedé caliente.

3. Ese sueño húmedo estaba involucrado Owen.

4. Owen me había invitado ir a una "sorpresa". Odiaba las sorpresas.

Quería encerrarme en mi cuarto, escuchar música con el volumen a cien e ignorar a todo ser que me hable.

—Tienes un rostro horrible. Algo te pasa —dijo, mi madre, que preparaba el desayuno en la cocina.

Apoyé mi cabeza en mi mano y suspiré. Miré por la ventana para evitar su mirada. Una pareja pasaba agarrada de la mano, sus rostros felices, sus sonrisas verdaderas, sus besos pasionales. Mi corazón se encogió.

—Si no fueses mi madre, te diría que cierres la boca —dije, esa vez mirándola.

Se da vuelta y me da una sonrisa entregándome una taza de café. El humo me humedeció la nariz e hice una mueca.

—Pero soy tu madre.

Revolee los ojos y caminé hasta el sillón con mi madre siguiéndome.

—Lo eres —Le doy un largo trago y mi madre se sienta a mi lado, agarrándome de la mano —. Si te digo que me pasa tendré que contarte más cosas y no quiero.

Una risa salió de sus labios.

—Es sobre un chico o chica, ¿verdad?

Casi escupí el café, casi.

Mi cabeza se giró tan rápido que me maree. Sus ojos celestes me miraban con diversión. Ladeó la cabeza.

—No me has contestado y me miras como si pudiera leer mentes, lo cual me lleva a pensar que mis palabras están acertadas. Además, tenía esa mima mirada cuando conocí a tu padre.

Al mencionar su persona no pude evitar tocar mi mejilla. Mis dedos temblaron levemente sobre esta. Dejé el café a un lado, pero mi madre me lo vuelve a entregar. Fruncí el entrecejo.

—No quiero, gracias. —Quise alejar de nuevo la taza pero no me dejó.

—Bebe el café. Estás demasiado flaca, Clara. La ropa holgada que vistes no es un impedimento para ver la realidad ¿Cuando fue la última vez que ingeriste algo que no sea un cigarrillo o droga? 

Me levanté de golpe, derramando el café y manchando el sillón. No me importó en lo absoluto. La miré con una herida en mi pecho. A veces, mi madre no medía sus palabras. Ella no entendía la necesidad de mentir, pero a veces es necesario mentir o ignorar cosas para no lastimar a otras personas. Es una consecuencia de su discapacidad. 

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora