38| ¿Me concedes este baile?

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Owen

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Owen

Desde que dimos el primer paso en el gran estadio que tenía el instituto, sabía que todas las miradas y cámaras iban a apuntarnos y dejarnos ciegos, es por eso que sugerí otra entrada. La salida de emergencia de la cancha de soccer siempre estaba abierta, era nuestro secreto del equipo. Unos llevaban chicas y pasaban la noche allí, para otros era su lugar para drogarse sin que nadie los viera. Y para nosotros era la mejor opción que teníamos para escapar de los paparazzi.

—Se enfadarán.

Clara me seguía a paso apresurado y alerta a todos los rincones oscuros, como si un asesino estuviera a punto de saltar y matarnos. Miré sobre mi hombro y entrelacé nuestras manos. Un suspiro de alivio salió de sus labios. Esos hermosos y apetecibles labios que había probado hace unas horas atrás.

—Lo sé, esa es la mejor parte.

Clara revoleó sus ojos celestes y me siguió el paso, todavía inquieta.

—No soy muy fan de hacer enfadar a mi padre —murmuró.

Se me heló la sangre. Me quedé quieto y largó una maldición cuando chocó con mi brazo al detenerme tan abruptamente. 

Sabía el historial que tenía con su padre, yo estuve presente en uno. Con tan solo pensar lo que le hacía, me daba arcadas. Lo recordaba como si fuese ayer. 

—¿Sigue siendo violento contigo? —La ira salió de mi tono sin ningún control. No la miraba porque no quería que me vea lleno de enojo.

—No.

Gracias a Dios era pésima mintiendo. Su mirada gritaba desesperadamente ayuda. Y yo iba a ayudarla. Iba a denunciar a ese hijo de puta una vez que termine este maldito baile. No me importaba si el trato se rompía, o si ella se enojaba por no respetar sus palabras. Clara sufría. Y si ella sufría, yo también.

—Sabes perfectamente que no soy pro violencia, pero le partiría las piernas y los brazos si te pone un dedo encima.

No la veía del todo, pero pude ver una sonrisa de lástima.

—No vale la pena. Recibirá su merecido... algún día. —Se puso de pintitas y me dio un beso en la mejilla. Quise sonreír ante su gesto tan cariñoso atípico de ella, pero todavía seguía enfadado con Pablo. —Pero justo ahora quiero irme de estos pasillos y enfrentar nuestra tortura.

—Estoy pensando que le tienes miedo a la oscuridad —dije en un tono divertido. Clara tiró de mi mano y retomamos la caminata.

Lo único que nos iluminaba eran las luces de afuera que se abrían paso por los ventanales. Habíamos pasado las aulas que conocía, faltaba poco para llegar, la música y las voces se hacían cada vez más presentes.

—¿No has escuchado sobre ese instituto en Estados Unidos? Había un club de asesinos que hicieron una masacre en su pueblo ¡Adolescentes! Estaban todos pirados —comentó con la voz agitada.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora