20| Tipos de amor

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Owen

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Owen

Era mi segunda botella de vino que me tomaba en el día. ¿O la tercera? Yo no tomaba. Bueno, sí lo hacía, pero siempre cuando era invitado a una fiesta del instituto o cuando a veces me juntaba con Jack. Lo hacía para pasar desapercibido, para que la culpa la tuviera el alcohol en mi sistema y no mis estúpidas neuronas. Además, eso es lo que hacíamos los adolescentes para escapar, ¿no? Algunos fumaban, otros escuchaban música hasta quedarse dormidos y otros leían libros. Ojalá mi escape fuera el último ejemplo. Pero no, decidí ahogarme en alcohol mientras contaba los días desde la muerte de Denise.

Tiro la cabeza hacia atrás y dejo que el alcohol pase por mi garganta, ya adormecida por tanto alcohol. No quemaba como los primeros tragos.

No veía a Clara desde hace cinco días. No veía a nadie, en realidad. No a mis padres. No a Chase. No a Jack. No a Sarah. El silencio no me gustaba porque dejaba lugar a mis pensamientos, y aquello era más molesto que escuchar a mis padres. Cada vez que me dejaba pensar demás, sentía una roca gigante en mi espalda, aplastándome sin piedad. Creía que tocar el violín me ayudaría a sacarme ese peso, lo hizo, pero volvía de forma más dolorosa. Cada canción me hacía acordar a ella.

Me levanté de la cama, tambaleándome, moviendo mis brazos para poder sostenerme de algo firme y no caer al suelo como un idiota. Era un idiota.

Un idiota que tiene demasiadas esperanzas.

Un idiota que se cree el héroe de todos.

Estaba tan jodido que comencé a escuchar la voz de Clara en mi cabeza.

—Beber no va a solucionar nada. —Su voz parecía distante y cercana a la vez. Podía escucharla.

—¿Drogarse sí? —Mis palabras se patinaban en mi paladar.

Escuché su risa amarga y pude imaginarla cruzándose de brazos.

—Tú puedes salvarte de eso. Yo no.

—¿Sabes por qué me eligieron para toda esta mierda de acuerdo? Porque soy el más débil, el que nadie le interesa, al que pueden manipular a su antojo.

—¿Y eso quién te lo dijo? ¿Tu madre? ¿Tu padre? Pensé que eras más inteligente e ignorarías toda palabra que saliera de sus labios.

Revoleé los ojos. Clara me estaba contagiando sus expresiones.

—Y yo sigo como un idiota sus órdenes porque... porque tengo esperanzas de que algún día cambien.

Dos golpes me hicieron pestañear y sacudir mi cabeza. El mareo aumentó. No escuché nada del otro lado, por ahí lo había soñado. Me había matado las neuronas.

No, no lo había soñado.

La puerta se abre tan fuerte que retrocedí torpemente y alcé los brazos, asustado. Mi padre entra a la habitación con un semblante más serio que de costumbre. Pasé una mano por mi rostro para aclarar mis ideas. Fue un completo fracaso.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora