4| Una resaca, un vestido y deudas de café

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La resaca no era lo peor de todo, sino la imagen que tenía enfrente

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La resaca no era lo peor de todo, sino la imagen que tenía enfrente.

—Me van a matar —jadee, mordiéndome las uñas.

El vestido de anoche se encontraba destrozado por la parte de atrás. El hermoso tul que cubría la parte de abajo, se abrían agujeros enormes, imposible para pasar desapercibidos. La empleada fue clara: Tenía que volver en el mismo estado en el que lo alquilé.

Ni siquiera recuerdo cómo los hice.

—¡Clara! —el grito de mi madre me hizo saltar del susto.

Escuché sus pasos aproximarse y tapé rápidamente el vestido con las sábanas de mi cama. Cuando se asomó por el umbral de la puerta, sus orbes celestes me miraron curiosa. Frunció el ceño al notarme agitada.

—¿Qué pasó? —pregunté.

Sus ojos fueron al vestido y luego a mí.

—Lo rompiste —susurró, más una afirmación que pregunta.

Largué una risa nerviosa y negué con la cabeza.

Ella no sabía lo de ayer. Y si todo salía bien, nunca lo haría. Las únicas dos palabras que intercambié con mi padre en el coche fue para acordar en no decirle. Las mentiras se me daban bien, debo admitir, pero esto ya implicaba otras situaciones. Por ejemplo, aparecer de un día para el otro con un novio multimillonario que da la casualidad que es el hijo de un empresario rival.

Todo normal.

Hazlo por tu madre.

—Claro que no, justo estaba preparándome para ir al trabajo. Luego iré a devolverlo —Metí el vestido en la bolsa lo más rápido que mis manos me permitieron —¿Tú no tienes turno con la psicóloga?

Su silencio duró unos minutos pero supe lo que significaba. De mala gana, me di la vuelta. Sus ojos se movían de un lado a otro, trataban de buscar una respuesta en su cerebro. Me crucé de brazos, enojada.

—¿Y papá? —pregunté.

—Me llamó para decirme que hoy no podía llevarme. Está bien —murmuró, hundiéndose de hombros.

Claro, mañana tampoco podrá. Ni pasado. Ni el que sigue, ni el otro.

No puedo hacer todo sola. Ni siquiera puedo con mi propia vida tengo que encargarme de otra. tenía ganas de llorar, no obstante, no podía llorar enfrente de mi madre. Nunca lo había hecho.

Escondí mi rostro entre mis manos, deseando que por una vez en mi vida salgo algo bien. Soñar era gratis. Levanté mi rostro, dando la mejor sonrisa que pude y estiré mi espalda.

—Siempre haces eso cuando estás enojada. —Señaló con su cabeza mis movimientos.

Ladee mi cabeza y agarré el vestido.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora