Clara
Había pasado un mes. Sí, un mes de toda esa locura del trato con las empresas, de conocer oficialmente a Owen y hace un mes no había oído noticias de Denise. Todo había salido a la perfección, bueno, Owen y yo seguíamos siendo las marionetas de nuestros padres, sin embargo, era algo automático que solíamos hacer.
La clase de anatomía se estaba volviendo tediosa. Mis ojos se cerraban al escuchar la voz monótona del profesor. Incluso había compañeros que se reían cada vez que el profesor nombraba una parte cerca de los geniales de ambos sexos. Me ponía de mal humor saber que tenían tanta poca educación sexual y les sonrojara ver unos geniales. Es decir, somos nosotros, los de bajos recursos, que necesitamos esas charlas, no ellos.
—¿En qué piensas? —susurró.
Owen se encontraba, gracias al cielo, a mi lado. Era la única razón por la que mis ojos seguían abiertos en vez de estar soñando con unas bellas vacaciones a Roma. Estaba recostado en su silla y su brazo cruzaba por mi espalda, quedando pegada a él. Había estado toda la clase jugando con mi cabello que había crecido pasando la altura de mis hombros. Revoleaba los ojos cuando tiraba de un mechón a propósito. Su aliento me hizo cosquillas en mi piel haciendo que ladee la cabeza.
—En lo tentadora que está la ventana para tirarme de ella —respondí por lo bajo.
Su risa voló un mechón de mi cabello y se molestó en colocarlo detrás de mí oreja. En un movimiento casi efímero rozó mi clavícula con sus dedos. Aquello me hizo presionar el lápiz contra la hoja más de lo normal.
—Son tres pisos, sería mortal.
—Esa es la idea, Feller —dije, obvia.
—Ya lo dije y lo voy a volver a decir —Se acomodó en su lugar y acercó más sus labios a mi oreja —: tu obsesión con la muerte me tiene preocupado.
—Y yo te dije que tienes que dejar de preocuparte por mí. —Señalé la pizarra donde el profesor había escrito apuntes del trabajo asignado —. Mejor preocúpate del... —Achinó sus ojos tratando de ver lo que decía en la pizarra —músculo púbici... no, púbicociggio.
Llevé el lápiz a mi boca y lo mordí para contener la risa.
—Músculo púbicocociggeo. —Corregí.
Bufó.
—Parecido.
—No. Ni cerca.
Tiró de un mechón de mi cabello y yo se lo devolví con una patada por debajo de la mesa.
—Ya. —Asentí con diversión. Giré mi cabeza y me encontré con sus ojos celestes. Cuando me miró, sus pupilas se dilataron —Al parecer tendré que darte clases de anatomía. Parece el mundo de niños mimados termina siendo el de menos conocimientos que el mundo de los pobres.
ESTÁS LEYENDO
Amar a un élite ✔
Genç KurguEstoy obligada a fingir una relación con el hijo menor del millonario más importante de Londres para salvar la empresa del quiebre. *** Estar en pareja es lo último que Clara quiere, tiene demasiados problemas para centrarse en una relación. Pero c...