8| Preludio de un desastre

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—¿Segura no quieres quedarte en casa? —preguntó, Owen, por enésima vez

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—¿Segura no quieres quedarte en casa? —preguntó, Owen, por enésima vez.

El cielo nos daba la bienvenida a la oscuridad y el frío aumentaba en cada respiración. La calefacción del coche me dejaba disfrutar de la vista: el perfil de Owen. ¿Cómo me podía parecer sexy su forma de manejar? De verdad estaba mal.

—Estoy bien, de verdad. Stephen es la mejor opción en estos momentos —dije convencida de mis palabras.

Luego de lo ocurrido en la mansión Feller, llamé a mi amigo para preguntarle si podía pasar la noche con él. Gracias al cielo dijo que sí. Odiaba molestarlo, pero quedarme en la mansión o volver a casa no era una opción.

Owen asintió, pero sabía que dentro de unos minutos iba a preguntar de nuevo.

—Sabes que tienes mi número por si te arrepientes.

—¿Vendrías si te llamo a las cuatro de la mañana? —pregunté, jocosa.

Se formó una media sonrisa en sus labios, me miró de reojo y volvió su vista al camino.

—Iría hasta la otra punta del mundo para solo saber si estás bien, Clara.

Me reí y obtuve una mueca de su parte.

—Eres demasiado cursi. —Mantuve mi vista en la ventanilla.

—¿Eso es bueno o malo?

Me hundí en mi asiento, todavía tratando de calmar la risa.

—No lo sé, es decir, apenas sabes algo de mí. No deberías dar esa parte de ti a cualquiera.

El GPS indicaba que estábamos a solo dos cuadras interrumpiendo la respuesta del rubio. No habló hasta estacionar enfrente de la casa. La puerta se abrió y salió mi amigo con un semblante preocupado. Sabía que no podía vernos por el vidrio polarizado, pero aun así él sabía que éramos nosotros. 

—No le doy esa parte de mí a nadie. No confundas amabilidad con flirtear. —Sus palabras fueron bordes, como si lo hubiera ofendido. Me giré a él, confirmando su semblante serio —. Sabes, creo que todavía no te has dado cuenta de algo.

Fruncí el ceño.

—¡Hey! ¡Me estoy congelando aquí! —el grito de Stephen se escucha del otro lado. 

Owen tocó la bocina para opacar su voz. Ladee mi cabeza, reprochándolo. Me dio una sonrisa falsa.

—¿Se puede saber eso de lo que no me doy cuenta? —me crucé de brazos.

Negó.

—Tienes que averiguarlo tú sola. Y cuando te des cuenta, ya va a ser demasiado tarde.

¿Hablaba en algún tipo de código y yo no me daba cuenta?

Mi silencio fue mi respuesta, sacó el seguro de la puerta y esperó a que me baje. Agarré mi mochila y antes de bajarme, me voltee. Owen tenía la mirada clavada hacia adelante con un brazo en el volante.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora