22| Recaída

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Owen

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Owen

Podía oír mi sangre recorriendo por mis venas, las agujas del reloj que se movían cada segundo, el sonido de los coches que venían en velocidad y paraban justo cuando el semáforo se tornó rojo. Mis manos sudaban y movía mi pierna debajo de la mesa.

—¿Eres el novio de mi hija? —preguntó luego de varios minutos de mirarme fijamente en silencio.

Posé mi mirada en mí taza de café humeante y luego alcé mi mentón. Sabía que ella no estaba al tanto de lo que pasaba, Chase me lo había dicho. Pero me costaba creer que no sospechara nada.

Asentí, dudando de mi respuesta.

—Sí. Lamento que no hayamos tenido una presentación más oficial, pero ambos estuvimos... —¿Con más problemas que nunca? —ocupados.

Alzó una ceja y pude ver el rostro de Clara reflejado en ella. Eran demasiado parecidas, sólo que el color de ojos de Astrid eran más celestes y los de Clara iban para grises.

—Clara nunca está ocupada —contradice dándole un largo sorbo a su taza de té. Me había dejado sin palabras —. Le regalaste una cama. Muchas gracias por eso. No podremos devolverte el mismo gesto por el dinero, pero si necesitas algo...

Había notado el tono de su voz sincero. Le sonreí e hice un ademán.

—Fue un placer. No necesito nada —Mi sonrisa cayó. Eso había sonado mejor en mi cabeza —. Es decir, no hace falta que me devuelva el gesto. Lo hice por placer. Me gusta verla sonreír. —Varias palabras se trabaron en mi paladar haciendo que balbuceara.

Joder, estaba haciendo el ridículo.

Me dio una sonrisa y yo traté de devolvérsela. Llevé la taza a mis labios y saboree el café amargo en mi paladar.

—¿Tú le vendes droga?

El líquido sale de mis labios sin previo aviso manchando la mesa y mi mano que trataba sin éxito de limpiar mi mentón y asegurándose de que no salga más café de mi boca. Una vez que pude limpiar la mesa con un trapo que había a mano, pude modular con torpeza.

—No. Claro que no. —Negué con indignación.

Millones de preguntas bombardearon mi cabeza al respecto.

¿Ella sabía el problema que tenía Clara con las drogas?

¿Hacía algo contra eso?

¿La ayudaba?

—Entonces ¿qué haces aquí, Feller? —preguntó sin rodeos.

Fruncí el ceño.

—Yo... Nosotros tuvimos una pelea hace unos días atrás y no la veo desde entonces —expliqué.

Sus ojos se tiñeron de dolor. Comenzó a jugar con el saco del té, subiéndolo y bajándolo. Suspiró.

—¿Por la muerte de Denise?

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora