25| Nunca subestimes a un Feller

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Owen

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Owen

Arremangué las mangas de mi camisa mientras cogía coraje. Alisé el cuello perfectamente recto y por último pasé una mano por mi cabello. Mis pulmones se llenaron con un oxígeno ardiente.

Aquí vamos.

Toqué dos veces la puerta de la oficina de Halton. Esperé a que se escuchara una respuesta de su parte. Me quedé expectante. Suspiré. No contestaba. Toqué por segunda vez con mucha más fuerza que antes. El vidrio vibró debajo de mis nudillos. Mordí mi labio inferior con impotencia. Apoyé la oreja en la puerta con intención de escucharlo hablar por teléfono. Sin embargo, no me sorprendió escuchar la nada misma.

No me molesté en tocar por tercera vez cuando abrí la puerta con brusquedad. Allí se encontraba. Todo elegante. Todo superior. Con el mentón en alto rebajando a todo lo que tiene enfrente. Escribía en su libreta con rapidez. Pilas de papeles amontonadas se situaban a lo largo del escritorio dejando en claro que estaba ocupado.

Carraspee cerrando la puerta detrás de mí. Alzó una ceja al escuchar el sonido de la puerta y nuestras miradas colisionaron largando chispas. Volvió a su libreta sin inmutarse ante mi presencia. Junté mis manos detrás de mi espalda e inflé mi pecho con una inhalación profunda.

—¿Podemos hablar?

—¿Y por qué piensas que no te abrí la puerta, hijo? No puedo atenderte ahora. —contestó continuando con su escritura.

Los nervios que sentía se transformaron en enojo en cuestión de segundos. Avancé hasta la silla frente a su escritorio y me senté. Crucé mis piernas y entrelacé mis dedos.

—Chase salió hace unos minutos de aquí, ¿para mí no tienes tiempo? —espeté.

Un reflejo de sonrisa pasó por su rostro.

—No tengo tiempo para celos, Owen. Si no tienes nada para decir, vete.

Asentí reuniendo fuerzas para apagar el fuego de mi pecho y centrarme en el motivo por el que fui. Lo miré fijo, queriendo captar cada facción de su rostro ante a lo que iba a preguntar.

—En el hospital cuando internaron a Clara, ¿de qué hablabas con Astrid?

La punta de su birome se detuvo sobre el papel en un segundo efímero, dejando allí una gota intensa de tinta. Cerró su libreta y descansó sus manos en su regazo. Ladeó su cabeza y me miró con toda su atención.

—¿Acaso me tienes como un insensible? —No podía dejar de escuchar la ironía en su tono de voz.

—No me respondas con una pregunta.

Levantó sus manos de manera inocente. Sus ojos se tiñeron de mentiras.

—Vale. Fui al hospital para brindar mi apoyo emocional a tu noviecita —explicó con tranquilidad. Aunque veía inquietud en su mirada.

Amar a un élite ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora