•|Doce: «¿Es mío?»|•

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Blake.

¿Sabéis cuando estáis haciendo algo que os gusta y el tiempo pasa muy rápido? ¿O cuando estás con alguien que te agrada y, cuando te das cuenta, el día se ha acabado?

¿Sí? Pues qué puta suerte tenéis, porque a mí me pasa lo contrario.

Desde que volví, y han pasado ya seis semanas, las horas se me hacen eternas. Parece que en vez de días son años.

Es más, parece que en esta casa soy un maldito fantasma. Joder, ¡parece que he muerto de verdad! ¿Qué es esto, una especie de karma? ¡Pues no me gusta!

Quinn no me habla. Caliope no me habla. Zayleen me habla cuando quiere molestarme. Lowell pasa más tiempo con Evelyn que conmigo. ¡El único que me hace caso es mi hijo!

Vamos, que si no llega a ser por él me querría morir.

Como he dicho, ya ha pasado más de un mes de mi vuelta y hay cosas que hacer. No he vuelto al trabajo porque aún no sé muy bien qué excusa darles al teniente y a los pesados de mis compañeros, pero volveré. De momento mi puesto está a salvo con Quinn.

No me lo dijeron, pero cuando regresé y me enteré de que Quinn me estaba sustituyendo en la comisaría, admito que fue sexy. Muy sexy. Y es más sexy aún cuando sale cada mañana de casa con mi pistola y mi placa guardadas en la funda alrededor de su cintura.

Como ya me conocéis, sabréis que intenté impedirle que volviera a trabajar. No porque no la vea capaz o porque quiera recuperar mi puesto inmediatamente, sino porque somos asesinos, y los asesinos no salvan personas.

Ya, ahora me diréis: ¡pero tú eras policía! Lo sé, lo sé, pero yo me hice policía únicamente para buscar a mi mujer y para encontrar a las próximas víctimas de Red.

Así que, ahora que Quinn ya está encontrada, no hay mucha necesidad de que sigamos siendo policías.

Pero bueno, como ella quiere seguir trabajando, pues seguiremos siendo policías. Al fin y al cabo es ella la que está al mando.

Sin embargo, yo soy el que está al mando en el plan para acabar con la mafia. Con toda la mafia. No voy a dejar ni a un puto ruso con vida. ¿Incluyendo a Lysenko? Lysenko me cae como el culo, así que estoy seguro de que a la mínima oportunidad que tenga o a la primera que la cague, porque la cagará, todos juntos podremos decir: ¡Bye, bye, rusito!

Oh, qué bien suenan esas palabras.

Busco a mi amigo. Últimamente no le veo el pelo, enserio. Si no está en casa de su novia, están aquí los dos juntitos encerrados en su habitación. Literalmente solo sale para comer.

Quizá debería advertirle de que lo suyo con Evelyn no va a ningún lado. Quiero decir, él es asesino y ella abogada. Se encarga de meter a los malos en prisión, o sea ser a Lowell en este caso.

No es por romperle el corazón, quiero que sea feliz, pero a lo mejor no está pensando las cosas con claridad. O bien Lowell podría contárselo todo y esperar que ella lo acepte.

Aunque conociendo a Evelyn dudo que quiera salir con un criminal.

Llego a su habitación y llamo a la puerta. Espero que esté solo y no con la loca de Evelyn. Aún intenta matarme cuando me ve, ¡no sé cuántas veces tendré que pedir perdón!

La puerta se abre dejándome ver a un Lowell despeinado y con cara de cansancio. Automáticamente mi lado pervertido sale a la luz. Subo y bajo las cejas de forma seguida y sonrío de lado.

—¿Cansado, Lowell? ¿Qué hacías? ¿Alguien te tiene atado a la cama? —pone los ojos en blanco y regresa adentro. Le sigo sin dejar de sonreír ni de hablar—. Venga, bro, tener sexo las veinticuatro horas del día los siete días de la semana no es un martirio. Ya quisiera yo hacer eso —suelto un suspiro exagerado.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora