•|Ocho: «¿Ahora quién es la celosa aquí?»|•

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Blake.

Intento ser sutil y a la vez directo, aunque la primera palabra no forma parte de mi vocabulario. Tampoco quería endulzarlo, porque que el muy hijo de puta haya salido de la cárcel no es algo que haya que tomarse a la ligera.

Desde mi punto de vista, es mejor quitar la tirita del tirón.

Sin embargo, creo que Quinn no opina igual. Tarda unos segundos en masticar mis palabras y, cuando lo hace, veo que sus rodillas se debilitan.

Antes de que caiga al suelo, me acerco a ella en un acto reflejo y la sujeto. Sus brazos me rodean el cuello, aferrándose a mi cuerpo como si fuera un salvavidas en medio del océano.

Temo que se desmaye en cualquier momento, porque está tan blanca como la nieve que cae en el exterior. Por eso la cojo en brazos al estilo nupcial con la intención de llevarla a su cama.

Para mi sorpresa —aunque es un claro signo de preocupación—, no protesta ni una sola vez. Definitivamente no se ha tomado bien la noticia, pero no esperaba que lo hiciese.

No puedo imaginar como debe de ser saber que tu abusador se sale con la suya.

Maldito sistema judicial.

Empujo la puerta de su habitación con el pie, ya que está ligeramente entornada, y me acerco a su cama, donde deposito su cuerpo. Es entonces cuando veo que está llorando.

—Todo irá bien, reina —intento consolarla acariciando una de sus manos.

—No —niega, mirándome con temor—. No, nada irá bien. Tú... tú no lo entiendes. No le conoces y no... no sabes todo... no sabes de qué es capaz.

¿Que no sé todo? ¿Hay más aparte del hecho de que la maltrataba? Intento respirar hondo para controlar la ira que se despierta en mi interior. Mi prioridad ahora mismo es tranquilizarla, no asustarla mal.

—Tienes que contarme todo, Quinn, sino no podré ayudarte, no podré detenerle. ¿Lo entiendes? —asiente, sus labios temblando.

—Tengo miedo.

—Lo sé, estoy aquí —aseguro, porque no pienso irme a ninguna parte.

Se limpia las lágrimas y sorbe la nariz. Dejo que se tome su tiempo para calmarse un poco y ordenar sus pensamientos.

Al fin, tras varios minutos, comienza a hablar.

—¿Te acuerdas de Rumford?

—¿El del restaurante?

—Sí, ese —se muerde el labio inferior—. Él... él es el camello de Chad.

—¿Tienes pruebas? ¿Algo que pueda usar para detenerle? —aparta la mirada y niega lentamente con la cabeza—. Está bien, no pasa nada. Encontraremos algo.

—No es solo eso, Blake —carraspea—. Pertenece... a la mafia rusa.

En cuanto dice la última frase, las lágrimas vuelven a brotar de sus ojos. Mi cabeza se llena de pensamientos, y no de los buenos, precisamente.

La mafia rusa es la más peligrosa de todas, ¿en qué nos estamos metiendo? No puedo exponer a mi familia a tanto peligro, no sin tener claro que podremos con ellos.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora