•|Epílogo|•

1.7K 102 101
                                    

Blake.

5 años después.

—¡Knox, no le des eso a tu hermana! —corro hacia donde están los dos pequeños, sentados uno frente a otro en el césped verde—. ¡Y tú, Gaia, no te lo metas en la boca! —le arrebato una pieza de construcción de la boca.

Me exaspero, ¿es que no pueden quedarse quietos? ¿Así son los niños de cinco y tres años? Nyx, que ahora tiene catorce años, no era así a la edad de sus hermanos.

—¡Pa...Pá! —Gaia me mira con sus ojos azul claro, más que los míos si es que es posible, pero frunciendo el ceño. Ah, encima se enfada.

—Enfádate si quieres, Gaia, pero no pienso dejar que te ahogues bajo mi cuidado —respondo firmemente, demostrándola quien manda aquí.

Es idéntica a su madre, joder. Exceptuando sus ojos, que ha sacado de mí, son dos gotas de agua. Cabellera negra, una belleza sin igual y el mismo carácter: enfadarse cuando algo no es como ellas quieren, cuando no les sale algo o cuando se les niegan las cosas. Bueno, vale, quizá tenga un poquitito de mi carácter malhumorado. Pero solo un poco, eh, que la gran mayoría es de Quinn.

Knox, por su parte, es una mezcla de ambos. Su pelo es castaño oscuro, simulando el negro, y sus ojos son del mismo marrón que Quinn. En cuanto a carácter, tiene mi parte mala —ser despreocupado y tener mal genio—, y la parte buena de Quinn —ayudar a la gente y ser cariñoso–.

Nyx, como ya sabéis, tiene lo bueno de ambos.

Podría decirse que: Nyx es el más bueno, Knox es bueno a medias y Gaia es la más mala. Qué bien proporcionados, eh.

Como decía, no pienso permitir que Gaia se ahogue bajo mi responsabilidad. Quinn quería salir hoy con las chicas y me ha pedido si podía quedarme con los niños. Por supuesto no he tenido ningún inconveniente, me encanta que queden y se diviertan, se lo merecen, pero no puede haber ningún incidente o sino me matará.

—Papá, Gaia y yo estamos jugando —Knox también me frunce el ceño.

¿Quieren jugar a esto?

—¿Jugar? ¡La pieza estaba a punto de acabar en su estómago! —yo también frunzo el ceño.

—¿Etoago? ¿Que eso? —pregunta Gaia con curiosidad.

—Donde va a acabar la comida. ¡Pero no cambies de tema! Gaia, no puedes meterte las piezas en la boca. Y tú, Knox, como su hermano mayor deberías vigilar que no lo haga.

—Eres aburido —Knox resopla.

Me hace gracia que aún ninguno de los dos sepa hablar bien. A veces, cuando discutimos, me gusta echárselo en cara. Es divertido. Eres malo, son tus hijos y son pequeños.

—Seré aburrido, pero yo sé hablar —le saco la lengua.

—¡Papá, te odio! —me pega en el brazo, aunque lo siento como la caricia de una mosca—. ¡Soy pequeño y tú un viejo, por eso hablas bien!

¿Viejo? ¿¡Viejo!? ¡No llego a los cuarenta!

—¡No te metas con Nox! —claro que el mal hablar de Gaia me resulta más gracioso, incluso adorable—. ¡Se o diré a mamá!

Ante la amenaza de contárselo a su madre, me callo y la miro, girando el cuello 360º. Imposible.

—No te atreverás —si Quinn se entera se va a enfadar conmigo. No le agrada nada que me meta con ellos.

Dehuelme la pieza.

—¿Qué? —esta vez no finjo, ¿qué narices ha dicho?

—Quiere que le devuelvas la pieza —una nueva voz hace presencia en el jardín.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora