Quinn.
3 meses después.
Al escuchar mi nombre a gritos, estiro la sábana y me tapo hasta la cabeza. Encojo también las rodillas, apoyándolas cerca de mi tripa, y mantengo los ojos cerrados aunque no esté durmiendo.
Porque no duermo.
Apenas logro concebir el sueño por más de dos horas. Cuando lo intento, la misma pesadilla de siempre llega a mi cabeza. Lo sucedido aquella noche hace tres meses. La noche en la que perdí al amor de mi vida.
Retengo un sollozo pero no logro hacer lo mismo con las lágrimas. Ni siquiera sé cómo puedo seguir llorando. ¿Las lágrimas no se agotan? Porque salen de mis ojos las veinticuatro horas del día, sin parar y sin compasión, pequeñas y saladas.
Me limpio las lágrimas de las mejillas con el dorso de mi mano, levantando un poco la cara para hacerlo mejor. Cuando apoyo de nuevo la cara en la almohada, el aroma de Blake se instala en mis fosas nasales.
Aprieto los ojos con fuerza; soy tan masoquista que llevo tres meses durmiendo en su cama. Es como si al estar entre sus cosas pudiera estar más cerca de él.
Le echo de menos. Le echo muchísimo de menos.
Después de que Caliope me cogiera en brazos, —a la fuerza debo añadir—, y de llorar sobre el hombro de Zayleen, ambas retrocedieron en el camino y fueron a buscar el cuerpo de Blake. Frío, sin vida, inerte.
Me quedé sola por un momento, de pie junto al coche, hasta que movimiento dentro de este me hizo acordarme de alguien muy importante. Nyx.
No sé de donde saqué el valor para entrar en el coche y sentarme a su lado. Nyx me observó con ojos astutos y, al ver mis lágrimas, su sonrisa se esfumó. Quiso saber dónde estaba su padre. ¿Y qué hice yo? Llorar más. Me puse a llorar como un bebé mientras él, el niño, me consolaba nuevamente.
Dejó que me desahogara entre sus brazos, acariciándome la cabeza con sus pequeñas manos. Logré tranquilizarme antes de que las chicas volviesen; tenía que contárselo a Nyx antes de que viera el cuerpo sin vida de su padre.
Retuve el aire en los pulmones y con sutil delicadeza le dije que Blake había resultado herido y que no volvería. No le tomó mucho tiempo entender lo que mis palabras significaban.
Sus ojos se llenaron de lágrimas transparentes y no tardaron en derramarse. Sus labios formaron un puchero que me rompió más aún el corazón. No me lo pensé dos veces y le arropé con mis brazos. Su pequeño cuerpo temblaba por culpa de los sollozos.
Y ahí, encerrados en el coche, ambos lloramos juntos la pérdida de la persona más importante de nuestras vidas.
Vuelvo a limpiarme las lágrimas con la mano; parece una tontería, pero no quiero mojar sus sábanas.
Los gritos continúan. Ojalá se callaran. Deben darse cuenta de que los estoy ignorando, pues no tardo en escuchar pasos rápidos y pesados dirigirse a la habitación. La habitación de Blake.
La puerta se abre y yo me encojo aún más bajo las mantas. Cierro los ojos con fuerza y finjo estar dormida. Que cuele, por favor, que cuele. Una mano sujeta las sábanas con fuerza y tira de ellas. Sin darme cuenta, protesto en vez de fingir estar durmiendo.
—¡Devuélvemelas! —abro los ojos e intento alcanzar a Zayleen para que me devuelva las sábanas.
—No, tienes que levantarte.
—No quiero —vuelvo a tumbarme, ignorando el frío que me provoca no tener el calor de las mantas.
—Quinn, tienes que hacerlo —ordena.
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Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]
Mystère / Thriller[COMPLETA] «Un terrible asesinato. Un único testigo. Protegerte será su única obsesión.» *** La vida de Quinn, una chica con miles de problemas, cambia radicalmente cuando sin querer, una noche, presencia los horribles crímenes de un asesino en seri...