•|Quince: «Blake no está por mí»|•

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Quinn.

No me controlo.

El alcohol manda en mi cuerpo y, sin darme cuenta, ya estoy encima de ellos. No pienso dejar que esa zorra bese a mi policía. Sólo yo besaré sus labios, sólo a mí me acorralará contra la pared de esa forma.

Tiro de Blake hacia atrás; no se lo esperaba y eso hace que pierda un poco el equilibrio, chocando con la mesa. Los ojos de Caliope se abren mucho; debo de parecer una puta loca, pero me da exactamente igual. Aprieto los dientes y la agarro de las muñecas.

—¡Ni se te ocurra tocarlo! —clavo mis uñas en su piel y con mi otra mano tiro de su pelo.

Suelta un quejido de dolor; una sonrisa aparece en mi rostro, me gusta que esté sufriendo. ¿Qué te está pasando?

La suelto en el suelo y me siento a horcajadas sobre ella. El vestido se me sube peligrosamente hasta la mitad del muslo, pero me da igual lo que se me vea, solo quiero pegarla.

Intenta defenderse con sus manos, agitando los brazos e intentando arañarme la cara con las largas uñas postizas que lleva, pero no la dejo. No sé cómo retuerzo sus muñecas poniéndolas detrás de su espalda. Me da un cabezazo, logrando liberarse de mi agarre. Me llevo una mano a la frente; del lugar donde me ha dado empieza a salirme un poco de sangre.

Sin ningún tipo de remordimiento, le doy un puñetazo en la mejilla con una fuerza que ni yo sabía que tenía. Escupe algo de sangre, manchándose la barbilla. Aprieta los dientes y consigue llegar a mi cara; me clava las uñas en la piel, haciéndome daño y, seguramente, también haciéndome alguna herida.

Grito de rabia y estampo su cabeza contra el suelo. No me reconozco pero no pienso mucho en ello, solo quiero hacerla sufrir. La sigo pegando en la cara, tirando de su pelo y dándole golpes en la cabeza. No paro hasta que unos brazos fuertes se enrollan a mi alrededor y me quitan de encima de ella. En el aire, pataleo para que me suelte hasta que me coloca sobre sus hombros como si fuera un saco de patatas.

—¡Suéltame, Blake! —exijo.

El susodicho camina, saliendo de nuestro rincón. Algunas personas que están algo aturdidas por el alcohol, las drogas y la música alta, nos miran al ver a una persona cargar a otra que no deja de gritar, patalear y darle golpes en la espalda al que la sujeta.

Una corriente de aire frío pasa por entre mis piernas. Oh, oh. El vestido es tan corto que no me he parado a pensar a qué altura está en estos momentos. Allí dentro me daba igual, pues al estar oscuro dudo que la gente distinguiera algo. Pero ahora estamos en la calle y, aunque está oscuro, sé que la gente podría verme todo.

—Blake, ¡tengo frío! ¡Y se me van a ver las bragas! —intento bajarme el vestido con una mano, sin éxito.

—Uno, ya llegamos al coche —paro de moverme al escuchar su tono de enfado—. Dos, no llevas bragas, llevas un fino tanga de encaje.

—Eso no es lo importante ahora —mis dientes castañean—. Quiero que me bajes. Ahora.

—Yo también quiero muchas cosas y no te las digo.

—Eso es porque no te da la gana —me defiendo.

—¿Puedes callarte, maldita sea?

Me muerdo la lengua para no responderle. Está enfadado y no sé por qué. ¿Qué he hecho?

Noto como Blake se para y enseguida mis tacones tocan el suelo. Sin saber en qué mierda estoy pensando, echo a correr. ¿Por qué huyo? Se va a enfadar más. Mi intento de huída no dura mucho, pues me vuelve a agarrar del brazo antes de que llegue a la esquina. Y de nuevo me pone sobre sus hombros.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora