•|Veinticuatro: «Reviviendo el pasado»|•

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Quinn.

Una semana.

Llevamos aquí encerrados una semana, pero parece que han sido años. Lo que estamos viviendo parece nuestro propio infierno personal.

Me aferro a las sábanas delgadas que cubren el pobre colchón en el que nos encontramos Nyx y yo. Tapo más al niño y arrimo su cuerpo todo lo posible al mío. Hace frío. Mucho frío.

No hay ventanas ni radiadores en este maldito almacén, haciéndolo así más frío. Estamos aún en invierno, lo que no ayuda. Tampoco nos sirve de mucho que nuestras defensas estén bajas.

Porque en siete días solo hemos recibido siete comidas. Siete comidas que estaban en mal estado. Siete comidas que recibimos por mi culpa. Sabía que no teníamos que haber intentado escapar, lo sabía, joder. Ahora Nyx está pagando también las consecuencias de mis actos. Si le pasa algo, jamás me lo perdonaré.

Tiemblo de frío bajo las sábanas mientras que Nyx duerme plácidamente. Acaricio su cabeza para lograr pensar en otra cosa que no sea en el frío que siento. Cierro los ojos e intento dormir, pero sé que es inútil. Llevo días sin dormir. La verdad es que creo que solo dormí el primer día y, desde entonces, no he vuelto a pegar ojo. Por una parte mejor, prefiero mantenerme despierta por si a la mafia se le ocurre atacar de noche.

No dejo de darle vueltas a la cabeza buscando una solución para lograr salir de aquí. Al principio pensé que, si hacíamos todo lo que nos decían, bajarían la guardia y de un modo u otro lograríamos escapar.

Pero me equivoqué. A pesar de que hacemos lo que nos dicen, siguen vigilándonos las veinticuatro horas del día y casi no nos dejan salir. Porque esa es otra, al baño solo podemos ir una vez al día.

Una comida al día, una vez que podemos ir al baño. Sus métodos de tortura sobrepasan los límites de la crueldad.

Blake, ¿dónde estás? ¿Por qué tardas tanto?

Estamos cerca de casa, lo sé, lo presiento. ¿Nos está buscando? Que tonterías digo, claro que nos está buscando. ¿Recuerda el sonido de mi voz? Parece increíble, pero yo estoy empezando a olvidar la suya. Igual que su olor, se me está olvidando. Solo llevamos aquí una semana, ¿por qué me olvido?

Por las drogas.

Ah, sí, las drogas. Las drogas que el hijo de puta de Chad nos obliga a tomar. Tiemblo aún más de frío; malditas drogas. Piensa en cosas cálidas, Quinn. En Blake, por ejemplo. Esbozo una sonrisa por el comentario de mi subconsciente, que se borra rápidamente cuando siento un sudor frío bajándome por la espalda. Casi es la hora de mi dosis diaria. Bueno, de una de esas dosis, porque si solo fuera una por día iríamos bien, pero es que son varias.

Suelen traernos pastillas tanto a Nyx como a mí cuatro veces al día. Además, estas pastillas son más fuertes que las que consumía anteriormente. Nos las dan y se aseguran de que las tomamos, pero son gilipollas al no darse cuenta de algo importante: yo me tomo también las de Nyx.

Nos las ingeniamos para que, sin que se den cuenta, Nyx me dé sus pastillas disimuladamente. En el instante en el que Chad nos dio la noticia hace exactamente una semana, supe con certeza dos cosas: que volvería a recaer y que ni loca permitiría que Nyx tomase aunque sea una maldita pastilla.

Así que cada vez estoy peor por tener que tomarme ocho pastillas al día. Me pregunto si moriré aquí; al paso que voy las drogas me matarán.

Recuerdo que el primer día, cuando Chad salió del almacén, pensé seriamente en meterme los dedos en la boca y provocarme el vómito. Seguro que eso es lo que esperaban que hiciera, por eso mismo no hay ningún cubo ni váter ni recipiente donde pudiese vomitar.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora