•|Ventiuno: «Secuestrados»|•

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Quinn.

Blake continúa acercándose a paso tranquilo mientras que yo no sé dónde meterme. ¿Cómo se lo digo? ¿Cómo le explico que aseguré que un parque era un entorno seguro y que por mi culpa su hijo ha desaparecido?

Mis nervios aumentan, la tripa me duele tanto que parece que voy a vomitar. Ya oigo los pasos de Blake, lo que me indica que no tardará en ver mis notorias lágrimas. Me va a odiar toda su vida. Estoy acabada. Nuestra relación está acabada. Un día como novios y ya se acabó. Es la relación más corta del mundo.

Antes de que mi mente me martirice más, Blake llega a mi altura. Agacho la cabeza por instinto, evitando así que me vea enseguida. Pero no es tonto y sabe enseguida que algo anda mal. Sus dedos rozan mi barbilla y me la levantan. Sin más opción, dejo que me vea.

Mi corazón se rompe aún más al ver el rostro de felicidad que trae. Sus ojos brillan de alegría, risueños y relajados; sus labios se estiran formando la sonrisa más amplia que le he visto, pero que poco a poco va desapareciendo, al igual que el brillo de sus ojos.

Examina el recorrido de mis lágrimas y las limpia con el pulgar. Me mira de arriba abajo, buscando el indicio de alguna herida, pero no encuentra nada.

—Hey, reina, ¿qué te pasa? —su ceño se frunce.

Incapaz de poder pronunciar una palabra, siento que mis piernas se debilitan al darme cuenta de que es el momento de decírselo. El miedo se apodera de mí, mis rodillas se doblan y caigo sobre ellas en la nieve.

Mi cuerpo tiembla ante los sollozos que mi garganta suelta, mis ojos queman por las lágrimas ardientes que salen de ellos. Con el corazón en la mano, agarro el bajo del abrigo de Blake y me fuerzo a mirarle. Mira a todos lados, dándose cuenta de que estamos montando un espectáculo, pero me da igual. Intenta levantarme, pero se lo impido.

—Lo siento. Lo siento mucho, Blake. Perdóname, por favor, perdóname —le suplico de rodillas.

—Quinn, ponte de pie, por favor —pide en un susurro.

—No. No hasta que me perdones. No era mi intención, te lo prometo. Yo... ¡No sabía que pasaría esto! ¡Es mi culpa! Si me hubiera sentado más cerca, habría visto llegar a esos hombre y él... —mis frases entrecortadas se quedan atascadas en mi garganta por la sorpresa que me supone el fuerte tirón de Blake.

Agarrando la tela de mi abrigo, Blake me levanta del suelo. Su expresión le delata: está empezando a encajar las piezas y dándose cuenta de lo que pasa. Te diga lo que te diga, tendrá razón. El labio inferior me tiembla por el temor de las palabras que me dirá. Tengo miedo.

—Quinn, no entiendo nada y me estás asustando —mira a nuestro alrededor—. ¿Dónde está Nyx?

—N-no lo sé.

Aprieta la mandíbula, intentando controlarse para no gritar. O para no romper algo, no estoy segura.

—¿Qué ha pasado y como es que no lo sabes?

—Estaba... estaba jugando en el columpio con un niño, aparté la vista un momento para hacerle una foto y mandártela y entonces... empezó a gritar porque unos hombres lo estaban cogiendo y yo... yo corrí, eché a correr enseguida pero... pero llegué tarde. Lo siento, lo siento, lo siento.

—¿Unos hombres le han secuestrado? —asiento lentamente, tratando de callar los sollozos de mi garganta.

Se da la vuelta, maldiciendo. Veo como se pasa las manos por el pelo antes de ponerse de cuclillas y agachar la cabeza.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora